CAPÍTULO 4

999 48 3
                                    

Narra Anna.

-¡Papá, voy a salir con Joe! –espeté al pasar por su habitación. La puerta estaba abierta, así que asome mi cabeza. Él estaba sentado sobre su cama, con su portátil en las piernas. A su alrededor había cientos de papeles.

-Está bien, hija. Pásala bien –contestó. Acto seguido, me guiñó un ojo y volvió a centrarse en lo que estaba haciendo. Estaba empezando a considerar que tal vez mi papá tenía algún tic nervioso en su ojo. Le respondí con una sonrisa y salí disparada a donde estaba Joe.

Pero este ya no estaba hojeando una revista. Estaba hablando con alguien: Matt.

-Ya estoy lista –dije casi en un murmuro cuando llegué a este par de tontitos. Ambos fijaron su mirada en mí, intimidándome.

-¡Hermana, no me habías contado que Joe era este Joe! –espetó Matt. Lo asesiné con la mirada, seguramente roja de vergüenza. Joe se rió.

-Sí, es este Joe. Ahora, ¿nos vamos? –contesté un poco dura, dirigiéndome a Joe. La cara me ardía, así que lo más probable es que estuviera como un tomate.

-Ha sido un placer hablar contigo, Matt –dijo Joe, despidiéndose de mí hermano. Le dirigí a este último un "te odio" entre dientes, y salí ahí junto a Joe.

Nunca trataba a mi hermano de esa manera, pero el simple hecho de haberme dejado cuando fue a la playa, se lo merecía. Mal por él.

-Tu hermano me ha atacado cuando me vio. Pensaba que yo era tu novio o algo así –me dijo Joe mientras manejaba. Me reí nerviosa.

¿Novio? Joe… ¿mi novio?

No me creía lo suficiente para él.

-Siempre le dan esos ataques de celos –contesté mirando por la ventana de su auto.

-¿Siempre te la pasas llevando a chicos a tu casa? –me preguntó él, haciendo que me volteara alarmada a mirarlo.

-No. Es sólo que cada vez que estoy con mis amigos, él me "sobreprotege" –le aclaré. Él esbozo una sonrisa a medio lado.

-Y eso es bueno –dijo mientras tomaba la palanca del auto para hacer un cambio de velocidad. Me fijé en lo fuerte que se veían sus brazos al hacerlo.

-Supongo –resoplé como quitándole importancia. –Sin embargo él es mi mejor amigo, y es muy simpático –dije.

-Sí, lo he notado –me dijo. –Me ha dicho que gracias a una de mis canciones se reconcilió con su novia... –dicho este, hizo una mueca graciosa con su cara.

-¿Cuál canción? –pregunté entre risas. Era divertido saber que mi hermano escuchaba sus canciones, y más cuando intentó reconciliarse con Lauren.

-No querrás saber –contestó componiendo una cara "seria" de repente. Alcé una ceja. ¿En serio me iba a venir con esa? Pareció notar mi indiferencia, porque de inmediato soltó una risa. –Está bien, se llama Make You Mine.

-¡Oh...! –exclamé sin más. Si ese era el nombre de la canción, no me quería imaginar la letra.

Y eso que creía a mi hermano un inocente.

Bueno... no. A quién engañaba...

-¿La has escuchado? –me preguntó, sacándome de mis pensamientos. Negué con la cabeza.

-No, y creo que no querré hacerlo de momento –le dije mirándolo con pena. No era su culpa que gracias a mi hermano, no quisiera escuchar una de sus canciones.

-Te entiendo –me dijo mientras estacionaba su auto. Ya habíamos llegado a la heladería. No me había percatado en donde estábamos. Joe rodeo su auto, para poder abrirme la puerta y luego entramos al local.

Nos sentamos en una mesa al aire libre. Pequeños arboles rodeaban el lugar, que era como un parque. Había gente con sus mascotas, niños jugando, y también un pequeño lago, dónde unas personas les lanzaban comida a los patos.

¿En que lugar de Los Angeles estaba?

-Estamos en Westlake –dijo Joe. Al parecer había notado mis deslocalización. Le sonreí.

-¡Me encanta este lugar, es hermoso! –le dije una vez que estábamos sentado.

-Y a mí. Cuando era más joven, mamá solía traernos a mis hermanos y a mi a este lugar –comentó esbozando una sonrisa tierna.

Mamá...

Recordé lo mucho que extrañaba a la mía. Desde que ella y mi papá se divorciaron, ella decidió irse a París a vivir. Solía ir a visitarla cada verano desde que tenía doce años, pero con el tiempo, se hacia cada vez menos frecuente hasta ahora, que tengo casi dos años sin verla.

-¿Estás bien? –me preguntó Joe, tomando mis manos. Inconscientemente mis ojos se habían empañado.

-Sí... es sólo… una basura –mentí, mirando hacia cualquier lado menos a sus ojos, que me observaban fijamente.

-Dime entonces, ¿de que quieres tu helado? –dijo poniéndose de pie, sonriendo.

¿Ya había dicho lo mucho que me encantaba su sonrisa? ¿No? Pues sí, me encanta.

-De fresa –contesté un poco animada. Joe asintió y se fue.

No tardo mucho en volver, con dos tinas de helados en sus manos. La suya era de chocolate.

-Espera un momento –dijo al mismo tiempo que colocaba las tinitas sobre la mesa y sacaba su móvil para... ¿Tomarles una foto? Estallé en risas al darme cuenta de eso.

-¡Estás loco, Joe! –le dije aún riéndome. Él también comenzó a reírse.

-Es para subirla a instagram –se defendió, haciéndose el ofendido. –Con esta tecnología, ahora todos podemos ser fotógrafos –añadió.

Ya sabía lo que era.

-Lo sé, eso es genial –le dije, quitándole mi tina de sus manos antes de que se derritiera. La fresa era mi favor favorito en el mundo, podía comerme un camión de ello si fuse posible. –¡Oye! –exclamé cuando Joe intentó quitarme un poco de mi helado.

-¿Qué? Quiero un poco del tuyo –rebató como niño que quiere un juguete de otro niño.

-¡Tú tienes el tuyo! Aunque… –tomé mi cucharilla y me acerqué a él para agarrar un poco de su helado. Él puso cara de sorprendido, demasiado sobre actuada. –¡Está delicioso! –le dije, aún saboreando el chocolate. Joe abrió la boca más grande, y velozmente, tomó su cuchara y me atacó tomando una porción grande de mi helado.

Y lo siguiente que pasó fue quizás lo más gracioso que había visto: Joe arrugó su cara como si hubiese chupado un limón o algo así, y cerró los ojos con fuerza.

Se había comido el helado muy rápido, y este llego a su cerebro y lo congeló. Relativamente.

-¡Jo…der! –se limitó a decir aún con una expresión cómica en su cara. Yo estallé en risas.

No podía con tanto. Me dolía el estomago de tanto reírme. Por poco y no me ahogue con mi helado.

-¡Yo que tú no me reiría tanto! –espetó mirándome con los ojos entrecerrados. Tenía una expresión en su cara un tanto divertida.

-Lo... siento –contesté cuando mis risas disminuyeron. Luego note pedazos de helado en su cara. –Mira esto… –le dije mientras que le quitaba con la yema mi dedo, un poco de helado que tenía en la comisura de los labios –¡Ya!

Joe tomo mi mano antes de que la quitara y la sostuvo un momento cerca de su rostro. Me miraba fijamente mientras esbozaba una sonrisa. Mi corazón empezó a latir rápidamente y sentía como mi cara ardía. Era difícil mantener mi mente de manera normal con Joe viéndome de esa forma. Esquivé su mirada nuevamente.

All I Ever WantedWhere stories live. Discover now