CAPÍTULO 22

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Narra Joe.

Tener una novia como Anna era todo lo que siempre quise. Me hacia totalmente feliz, y yo a ella. A parte que me llevaba de maravilla con su familia, al igual que ella con la mía.

¿Mejor? Imposible.

-Y… ¿Qué tal les fue esta tarde? –me preguntó Matt de espaldas mientras que picaba algunas cosas para la cena. Me senté en un mesón frente a él.

-Pues… –Tenía que decirle que su hermana era mi novia. Él más que nadie tenía que saberlo. Además de Nick, claro está. –… Anna y yo somos novios… –espeté. Matt dejó de hacer lo que estaba haciendo y volteó a verme. Tragué en seco.

-¡Enhorabuena, amigo! Sabía que ustedes dos terminarían juntos algún día –exclamó alegre. Sonreí más relajado. Por un momento pensé que Matt me daría una paliza por haberme acercado a su hermana, pero no, estaba fantaseando mucho.

-Sí… –solté entre risas. –Yo quiero mucho a Anna, como jamás había amado a alguien –le dije.

-Lo sé, y ella también te quiere mucho a ti –contestó mientras volvía a sus quehaceres. –Joe, ve a cambiarte esa camisa que tienes y toma una mía. Si quieres ve a ducharte en mi habitación… –me ofreció él.

-Sí, por favor. Realmente luzco como si una ballena me hubiese escupido –bromeé. Matt rió brevemente.

-Es la última habitación del pasillo arriba. Siéntete como en tu casa, amigo –me dijo.

Sin más tiempo que perder, fui a su habitación. No quería abusar así que me duché y me cambié lo más rápido que pude. Y mientras lo hacia, una idea llegó a mi mente…

¿Anna aún estaría en su habitación?

Sigilosamente, me arrastré por el pasillo sin hacer mucho ruido hasta llegar a su puerta. Y apenas hice el esfuerzo de tocarla, ésta se abrió sola.

La curiosidad mató al gato…

Pero a quién le importaba eso, un poco de diversión no caería mal.

Pasé lentamente, sin encontrarme a nadie. Las luces de la habitación estaban apagadas. No se escuchaba ningún ruido, sólo una mínima franja de luz que se colaba de la puerta del baño alumbraba la habitación, donde seguramente estaba mi Anna.

Sabía que situación comprometedora podría causarme abrir esa puerta, pero de todos modos lo intenté. Caminé hasta el baño, y justamente cuando impulsé mi brazo para abrirla, un grito ensordecedor hizo que me callera de espaldas al piso.

-¡No vi nada… No vi nada! –balbuceé sin alzar mucho la voz con los ojos entrecerrados, desde el piso.

-¡Joe, estás loco! ¿Qué haces aquí? –exclamó Anna de igual manera, mirándome de pie. Estaba enrollada en una toalla, y las gotas de agua aún caían de su cabello. Su expresión era muy divertida.

-Yo… Yo nada más quería saber donde estabas pero… Pero ya me voy –espeté balbuceando aún, mientras intentaba ponerme de pie. Anna empezó a reírse como loca, pero un golpe en la puerta nos hizo quedar atónitos.

-¿¡Anna, te pasó algo?! –Era Matt.

Ahora si que me había buscado mi propia muerte segura.

Si Matt entraba: adiós Anna, adiós vida, adiós mundo.

-¡Escóndete en el armario! –me ordenó Anna en un susurro mientras se disponía a abrirle la puerta a Matt.

Pero apenas me dio chance de ocultarme tras la cortina cuando ya Anna había abierto la puerta. Sólo me quedaba una opción: Salir por la ventana, y bajar por el balcón. Toda una misión imposible.

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