CAPÍTULO 20

682 34 0
                                    

Narra Anna.

-¡¿Estás loco?! –exclamé intentando retomar aire, cuando nos detuvimos frente a la Rueda de la Fortuna  –Por poco me haces… Tropezar con esos chicos, Joe. –Él soltó unas risas por lo bajo, aparentando no estar cansado después de semejante carrera.

-¿Te gustan las alturas? –me preguntó de pronto. Lo miré con temor.

Odiaba las alturas con todo mi ser.

-¡No, me dan miedo! –contesté aterrada  –¿No tienes pensado subir ahí o… –Joe asintió lentamente, de la forma más macabra que pueda existir, sin apenas dejarme terminar. Sabía que lo hacia en broma, pero en verdad no podría soportar estar a tantos metros de altura.

-Subirás conmigo, nada malo te pasará –me suplicó él, abrazándome contra sí.

-No lo haré. Tengo miedo de hacerlo –me negué. Joseph me tomó de la barbilla, haciendo que lo mirara fijamente, reflejándome protección en su mirada.

-No temas, cariño. Estaré contigo en todo momento, prometo no soltar tu mano. ¿Bien? –me dijo con ternura.

¿Y como decirle que no?

Por un momento me perdí en sus profundos ojos color café y olvide todo mi temor.

-¡Tu ganas, vamos! –le dije, entrelazando sus dedos con los míos fuertemente. Inmediatamente fuimos a formar en la fila, que avanzaba rápidamente, y luego nos montamos en un vagón solo para nosotros dos. A pesar de todo mi miedo, estar con Joe me hacia sentir segura.

-¿Ahora tienes miedo? –me preguntó mientras me rodeaba con sus fuertes brazos. Negué con la cabeza, inhalando su exquisito perfume.

Estaba empezando a anochecer, y justamente cuando estábamos en la cima de la rueda se estaba empezando a ocultar el sol.

-Dicen que todo cambia cuando el sol se oculta –comentó Joe observando fijamente hacia el horizonte.

-Es sólo una canción, Joseph –contesté de igual manera, aunque un poco distraída por estar tan alto.

Era tan perfecto ver semejante maravilla junto a él a mi lado.

-Quiero decirte algo –dijo Joe, sacándome de mis pensamientos. Lo miré atenta. Por alguna razón mi corazón empezó a latir desenfrenadamente.

-Dime –dije. Como respuesta, Joe se acercó a mi rostro uniéndonos en un tierno y apasionado beso.

-Puedo ponerme cursi y decir que tus labios me saben igual que los labios que beso en mis sueños –me susurró al oído. Di un pequeño respingo.

-¿Eso quiere decir que sueñas conmigo? –le dije de igual manera, mientras tocaba su cabello.

-Debo admitir que si lo hago –contestó dándome un beso en la punta de mi nariz.

Ambos nos quedamos mirando fijamente por unos segundos hasta que nos percatamos que era momento de bajarnos de la atracción. Al fin.

-¿Te gustaría dar un paseo por la orilla de la playa? –me preguntó Joe mientras caminábamos de regreso tomados de la mano.

-¡Por supuesto que sí! –exclamé, jalando de él hacia la salida como una niña emocionada.

Muchas chicas pasaron a nuestro lado mientras caminábamos cerca de la playa y reconocían a Joe, pero ninguna se atrevía a acercársele. Era extraño que no hubiesen armado un alboroto (como las otras chicas) por ver al chico de sus sueños con una chica desconocida.

Pero una cosa tenía en mente que me carcomía por dentro… ¿Que se suponía que Joe y yo éramos? ¿Por qué aun no me había pedido ser su novia? ¿Acaso me estaba ilusionando sola?

No, no.

-¿Estás bien? –me pregunto Joe al darse cuenta que estaba en las nubes.

-Estoy de maravilla, Joseph –le dije, echando a correr mientras lo dejaba a él atrás sonriendo de oreja a oreja. Pero no, en realidad estaba un poco angustiada.

A los pocos segundos, él me alcanzó y ambos nos sentamos en la arena dejando que el agua apenas rozara nuestros pies. Joe tomó una rama que había traído las olas a la orilla, y ahí a su lado, escribió nuestros nombres encerrados en un enorme corazón.

-Nuestros nombres se ven perfectos juntos –dijo Joe sonriendo cuando terminó. Era la cosa más adorable que había visto.

-Te quiero, Joe –le dije.

-Y yo a ti, Anna. No sabes cuanto –contestó acariciando mi mejilla suavemente. Apenas podía ver su rostro con claridad, ya estaba oscuro y unas nubes se acercaban avisando que pronto iba a llover.

-Tengo algo que decirte… –suspiré. Había recordado mi repentino viaje a New York.

-Yo también –me dijo él. Mi corazón se detuvo por un segundo. –Pero habla tu primero…  –completó.

-Hoy discutí con mi papá. Últimamente había estado actuando extraño con nosotros, y púes… Hoy nos dijo que se casará pronto –le conté. Joe abrió los ojos como platos, sorprendido.

-¡Vaya, eso es genial! –exclamó por la última noticia.

-Sí lo es, pero eso no es todo. Nos obligó a irnos a Nueva York por una semana porque tenemos que conocer a su nueva futura esposa y a su hija –esto último lo dije no de la mejor manera. Aun esa idea no me agradaba. Joe encorvó sus labios, un poco desanimado.

-Y supongo que eso no te gusta… –dijo él distraído. Asentí –Bueno, una semana pasará rápido.

-No quiero estar lejos de ti, Joe –admití.

Él levantó su mirada para verme fijamente.

-Anna… –empezó mientras se armaba de valor, o al menos eso parecía. Lo miré atento. –Quizás soy un poco malo para estas cosas, pero ya no puedo esperar más… Esto… ¿Quieres ser mi novia? –me preguntó tímidamente.

All I Ever WantedWhere stories live. Discover now