Capítulo Dieciseis

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Leah

No podía respirar bien...

¿Había dicho que es hermana de mi madre?

—¿Qué? —mis ojos se empañan por las lágrimas.

—Sé que es algo difícil de asimilar, pero dejáme explicarte —sus ojos suplican que la escuche.

—¡Empieza a hacerlo! —me exhalto.

—Es mejor que lleguemos a mi casa, no es bueno hablar aquí.

Dudando, asiento. —. Conduce

Vamos en completo silencio y eso me relaja. Realmente no comprendía como es que nunca supe que mi madre tenía una hermana, aunque ¿ella lo sabía? Estaba tan segura de que era hija única. Nunca imaginé que el abuelo Elliot ocultara algo así.


Llegamos a lo que parece ser una casa lejos de la ciudad. Su fachada rustica, las paredes bañadas de un color terracota, un jardín completamente arreglado y unas luces navideñas adornan los pequeños árboles. Bajo del auto y observo todo con detenimiento, parece vivir aquí hace años.

—Ven, entremos —la sigo mientras sigo mirando el jardín y mi corazón se encoge al ver las margaritas. Era la flor preferida de mamá.

La miro en la cama vestida de blanco y en mi garganta se forma un nudo. Luce como un ángel.

—Lo siento tanto Leah —lágrimas brotan de los ojos de mi padre y yo le abrazo.

—No ha sido tu culpa.

—Si hubiera hecho algo más...

—Papá —le corto—. Ella creía en Dios, creía que era salva por él, sé que está en un mejor lugar ahora. Fue decisión de él llevarsela. No podemos ir en contra de lo que él hace.

—Eres muy inteligente para ser tan joven hija.

—Aprendí a ella.

Me acerco y pongo las margaritas recién cortadas en sus manos.

Nunca olvidaré todo lo que haz hecho por mí mamá. Desde enseñarme a ser frágil como una rosa, a ser fuerte como una guerrera, a luchar por cada cosa que ame con fervor en este mundo. Por enseñarme a creer en un Dios, por el hecho de convertirme en la adolescente que soy hoy. Nunca podría olvidar todo lo que me haz dado porque eres tú mi mejor amiga, confidente y sobre todo...

Mi madre amada.

¿Estás bien cielo? —Louisa me mira preocupada y yo asiento.

—Solo entremos.

Entramos a su casa e inmediatamente el olor a vainilla me acoge. Es tan rustica y acogedora. Pasamos a la cocina y todo se ve limpio y ordenado. Está adornada por una encimera de granito oscura, una mesa redonda donde reposa un florero con margaritas, pero lo que llega a ganar más mi atención es la fotografía de mi madre junto a una noticia...

La noticia de su muerte fingida.

—¿De dónde lo sacaste?

—¿En algún momento tu madre te contó del accidente que tuvo al abandonar a su novio? —Louisa mira la fotografía con tristeza y yo asiento aunque no me vea.

—Sí.

—Supongo que te dijo que quien la salvó fue Ryan...

—Exacto —respondo confundida —. ¿No fue así?

—No.


Louisa

—¿Cómo que no fue así? —Leah me mira con la confusión trazando sus gestos y yo miro la fotografía de nuevo.

Cumpliendo Promesas (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now