Capítulo Diescisiete

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Leah

Llego al cementerio. ¿Cómo es que llegué aquí? ¿Por qué? Suspiro y me adentro en el tenebroso lugar pidiendole a Dios porque no me salga un asesino o un espirítu. Sí, soy algo paranoíca.

Continúo mi camino por entre las lápidas recordando como fue estar aquí hace unos años. Mi padre cargando el ataúd, mis abuelos abrazandome, los amigos de mi madre aún en shock por su muerte. Fue tan doloroso que me prometí nunca más volver a este lugar, pero parece que no soy buena cumpliendo mis promesas porque me encuentro frente a su lápida.

Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.

Vera Williams. Madre, esposa y gran amiga.

Leer eso me provocaba dolor. Creo que una de las partes más horribles de la vida es perder a tu madre, sus consejos, sus sonrisas, sus abrazos reconfortantes. A veces como adolescentes nos cansamos de sus gritos, regaños e incluso de discusiones que pueden terminar siendo muy fuertes, pero en definitiva preferiría eso mil veces antes de tener que estar aquí de pie anhelando tener a mi madre de vuelta. Necesito tanto a mamá.

—¿Qué haces aquí? —me sobresalto al escuchar su voz.

Me volteo y ahí está. Con un ramo de rosas rojas y rosadas. Creo que está tan sorprendido de verme como yo lo estoy.

—Creo que es un tanto evidente, señor Harris —limpio mis lágrimas y lo miro a los ojos —. ¿Qué hace usted aquí?

—Vine a dejar esto... —dice apenado.

De pronto, claro como el cristal logro ver el dolor que hay en su mirada...

Él nunca logró superar a mamá.

—Si tan solo yo no hubiera sido tan cobarde —comienza a hablar con la  rabia y el dolor tiñendo su voz —. Si la hubiera defendido de mi madre, quizá tú serías mi hija —sus palabras me toman con tanta sorpresa que suelto un jadeo.

—Señor Harris...

—Ella confió en mí, Leah y yo le fallé totalmente. Fui tan jodidamente estúpido que no vi que por mi cobardía y egoísmo la había perdido. Y pude recuperarla, —suspira —pude recuperarla, pero no lo hice. Me quedé en silencio.

—¿Por qué no peleó por ella? —susurro. Sabía que recordarle el pasado estaba mal, pero también estaba mal el dolor que él sentía.

—Tenía miedo, Leah. Cuando tus padres son unas personas malas y poderosas, ellos llegan a manipularte a tal punto que no llegas a creer en ti mismo. Además, una parte de mí estaba furiosa con Vera.

—¿Por qué? —mi corazón se encoge. Ella es quien debería estar aquí, ahora, enojada con él.

—Porque no la reconocía. Estaba tan consumida en la venganza y el odio al principio. Creía que lo mejor era dejarla, pero a la vez no me aparté. Nuestro amor fue algo muy enfermo, Leah. Tanto que ahora yo sigo aquí, dejandole flores a una lápida.

—¿Es usted quien viene a dejarle flores siempre?

—Sí —murmura. Miro la lápida de mamá. Al parecer no ha sido mi padre quien se ha ocupado de ella durante estos años.

Cumpliendo Promesas (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now