Capítulo Cuarenta y Nueve

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Derek

Leah se separa lentamente de mí y me observa con una pequeña sonrisa, una sonrisa que yo realmente amo, pero que ahora me está destrozando.

—¿Así que lo escoges a él? —pregunto sin despegar la vista de ella.

—Es lo correcto —responde—, y es lo que mi corazón quiere, Derek.

—No te creo—respondo fríamente—. Luego de este beso no creo que tú no me quieras, Leah, no creo que quieras estar con él.

Leah se limpia las lágrimas y toma mi rostro entre sus manos, obligándome a mirarla directamente a los ojos. La determinación en ellos es lo que termina por aterrarme y no sé si voy a poder soportar escuchar esas palabras que desea decir.

—Debes respetar mi decisión—susurra—, por mí, por tu padre y por ti mismo, porque esto es lo correcto y no voy a cambiar de opinión al respecto.

—¿Aunque nos destroce a ambos?—¿Qué diablos tenía en la cabeza?

—Derek, mi lugar es al lado de Theo y ni tú ni nadie pueden cambiar eso.

Sin más, Leah me da un último beso y se da la vuelta, dispuesta a marcharse sin mirar atrás... sin mirarme a mí.


Mantengo la vista en mi padre, tratando de leer algo en su cuerpo que me diga que estará bien, que no me dejará solo y que va a sostenerme en este momento, porque siento que todo está desmoronándose sobre mí.

—La perdí, papá —susurro y finalmente dejo salir las lágrimas que tanto he reprimido.

Esas lágrimas que nunca creí derramar por alguien y mucho menos por una Williams.

—Es el precio que pagamos los hombres que amamos a una mujer independiente, hijo... 

Mi corazón parece detenerse en ese instante. Sus ojos están completamente abiertos y su mano sostiene la mía, mientras me mira una pequeña sonrisa sale de sus labios.

—Estás despierto—hablo a la vez que me levanto y presiono el botón que llama a la enfermera.

—Lo estoy —responde lentamente—, y tú sigues aquí, cometiendo el mismo error que yo cometí.

—¿Qué error?—pregunto sin comprender a qué se está refiriendo.

—No la perdiste... la dejaste ir.

—¿A Leah?—me cruzo de brazos—. Pero si fue ella quien decidió que abandonara lo nuestro.

—Vera también me pidió que abandonara lo nuestro y eso fue lo que me llevó a la ruina, hijo.

En ese momento, el doctor y las enfermeras entran, apartándome por completo de mi padre. Yo intento acercarme, pero es entonces cuando él levanta su mano con las pocas fuerzas que le quedan y me mira directo a los ojos.

—Tú lugar no es aquí, Derek. Ve y búscala.

Dejo salir un suspiro y salgo disparado de la habitación, directo a la salida del hospital. Si mi padre dice que debo ir tras ella, debe ser así, debo ir y decirle que la amo. No puedo perderle y dejarle el camino libre a Theo, no cuando sé que mi lugar es a su lado.

—¡Derek!—Kelly me topa de frente.

—Kelly, ahora no puedo, debo irme—hablo rápidamente, mientras localizo mi auto.

—¿Hacia dónde vas tan apresurado?—frunce el ceño.

—No tengo tiempo para decírtelo—continuo mi camino—, ¡Pero si quieres hacer algo útil, llama a mi familia y diles que mi padre despertó!

Cumpliendo Promesas (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora