Capítulo Cincuenta y Dos

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Derek

—¿Sobre qué es de lo que quieres hablar? —pregunto luego de un gran rato en silencio.

Kelly deja salir un suspiro y desvía su mirada hacia la mano de Leah siendo sostenida por la mía.

—Debes estar destrozado —murmura y yo doy un asentimiento.

—Nunca me pasó por la mente el que ella estuviera en un hospital internada —confieso—. Es algo muy difícil de asimilar.

—No lo dudo —responde—, en verdad lo siento.

—Nadie más que yo, Kelly —suspiro—, nadie más que yo.

—¿Qué hay de Theo? —ella frunce el ceño en muestra de confusión.

—Él está bien —mascullo—, Leah fue quien se llevó la peor parte.

—Ella va a estar bien, Derek —Kelly se acerca a mí y toma mi mano—. Va a reaccionar.

El problema es que no tengo certeza de lo que pueda suceder luego de eso.

—Suenas muy segura —digo, a lo que ella me da una pequeña sonrisa.

—Porque lo estoy.

—Hijo, ¿Qué es lo que estás haciendo? —mi padre se acerca a mí con curiosidad; yo vuelvo a tirar otro papel arrugado al suelo.

—Intento hacer una carta —respondo—, pero no me sale bien.

—¿Una carta?, ¿Para quién? —mi padre suelta una carcajada.

—No te burles —lo riño—. Es para Leah Duncan.

La risa de mi padre se corta de golpe.

—¿La hija de Vera? —parece perder el color de su rostro.

—Sí —frunzo el ceño, confundido por su precipitado cambio de actitud. Se supone que ya ha superado a Vera.

—¿Por qué quieres hacerle una carta?

—La vi muy triste en el funeral de su madre y me gustaría poder darle unas palabras de aliento, pero el problema es que no soy bueno hablando y mucho menos escribiendo.

Mi padre me da una pequeña palmada en la espalda.

—Ten cuidado con ella, hijo.

—¿Por qué? —¿De qué estaba hablando?

—Porque una vez que entras en la vida de una Williams, jamás sales de ella sin perder algo de ti.

Kelly contempla el paisaje que nos brinda la ventana de la habitación de Leah y yo recuerdo que me ha buscado para hablar de algo importante.

—Kelly, lamento ser tan necio, pero aún no me has dicho de lo que quieres hablar conmigo —ella fija su mirada en mí durante varios segundos.

—¿Por qué te importa tanto? —frunzo el ceño ante su pregunta, por lo que ella decide continuar—. Leah, ¿Por qué te importa tanto? Ella no te ha escogido a ti y, sin embargo, sigues aquí.

Desvío la mirada hacia el lugar donde Leah se encuentra profundamente dormida y mi corazón parece amenazarme con un colapso, pues sinceramente no encuentra respuesta para la pregunta de Kelly.

En verdad no lo tenía en claro; no sabía con exactitud por qué seguía acercándome a Leah a pesar de todo el dolor que me ha causado desde que nos conocimos siempre termino como un perro persiguiéndola y no tengo definido el porqué.

Cumpliendo Promesas (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora