Capítulo Diecinueve

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Margaret

—No me importa como debes acercarte a ella —mascullo con furia —. Simplemente sigue mis malditas ordenes.

Cuelgo y respiro profundamente. Vera Williams se había convertido en mi infierno personal, y ahora que finalmente ella muere, su estúpida hija viene a arruinar mis planes. Pero está vez no...

Está vez yo saldré victoriosa.

Porque esta vez no fallaré al matar a la última de los Williams.


Leah

—Leah —dice mi padre una vez que me ve. Se le observa triste. Esto ha sido mi culpa.

—Yo creo que ya debo irme —Monica me sonríe amablemente.

—¡No! —la detengo —. De hecho, quería hablar con ambos.

Mi padre me mira confundido.

—¿Podemos entrar? —lo miro con cariño. Parecen haber pasado años desde la última vez que le di una mirada así a mi padre.

—Claro —ambos asienten y entramos a la casa.

Miro de reojo desde el salón. Mi abuela me observa con una sonrisa en el rostro.

—Sé que no me he comportado como la mejor personas estos últimos días. De hecho me he comportado como lo peor.

—Hija... —sé cuanto odia mi padre que hable mal de mí misma.

—No papá, en verdad lo siento. He sido muy dura con ustedes y no les he permitido demostrarme que algo en ustedes está naciendo, que algo nuevo en ti está sucediendo —tomo la medallita que mi madre me había regalado —. Supongo que me sentí aterrada. No pensé en una vida sin mamá y...

No soporto más y estallo en llanto. Sé que duele, sé que tengo que dejarla ir y dejar a mi padre continuar con su vida, pero es difícil, es aun más difícil en esta etapa que en ninguna otra. Es aquí en estos momentos donde necesitas del abrazo reconfortante de tu madre diciendo que todo estará bien, que no importa que tan mal se vea el día, si Dios está contigo y ella, nada empeorará. A esta edad es donde más cometes errores y dónde más te lamentas de ellos, es por eso que necesitas de tu madre.

Pero en mi caso ella no está.

—¡Lo siento tanto! —lloro en el pecho de mi padre.

—Está bien pequeña, está bien —susurra acariciando mi cabello —. Sé que es duro para ti, sé que te cuesta asimilarlo y haces un esfuerzo.

—Leah... —la voz de Monica es casi un susurro —. Sé que nunca reemplazaré la gran mujer que fue tu madre en este hogar, en la vida de tu padre y en la tuya, pero quiero que sepas que haré un esfuerzo muy grande por ganarme tu corazón.

La miro a los ojos y mi corazón no siente dudas. Ella es una buena mujer.

—Tienes la oportunidad con mi familia, Monica —sonrío y ella se une a nuestro abrazo.

Luego de una grandiosa cena con mi padre, Monica y mis abuelos, finalmente me encuentro en mi habitación revisando mis papeles y texteando con Aylin. Ella es una persona de confianza. A pesar de que no soy de muchas amistades, ella ha tenido paciencia conmigo y eso es algo que le agradezco infinitamente.

La pantalla de mi celular se enciende indicando una llamada.

Esa llamada es Theo.

Mi corazón late a gran velocidad.

¿Debo o no debo?

—¿Hola? —me arrepentiré después.

—¿Ya se te ha pasado el enojo? —su voz es ronca y firme. Tan embriagador con solo escucharlo.

—No debería.

Lo siento sonreír del otro lado de la línea—. Pero ya se te ha pasado. ¿Te apetece abrirme?

—¿Qué? —frunzo el ceño.

—Estoy bajo tu ventana —¿Qué demonios?

Salgo de la cama enredándome entre las sábanas. Miro la ventana y efectivamente, está ahí.

—¿Vas a abrirme o me vas a mirar ahí como babosa? —sonríe con sorna y yo ruedo los ojos.

—Espera —cuelgo y corro a poner el seguro de mi puerta.

Estoy por abrir la ventana cuando me doy cuenta de que llevo pijamas de gatitos. Corro a mi armario en un apuro y busco una pijama más provocativa.

¿Qué demonios hago? Me visto rápidamente y corro a abrir la ventana. Theo ya viene escalando. Una vez que entra me mira con deseo y yo siento mis mejillas arder.

—Sexy.

—¿Qué haces aquí? —lo observo caminar por mi habitación lentamente.

—Pasaba por aquí, decidí venir a verte.

Ruedo los ojos y lo tomo del brazo haciéndolo voltear —. ¿Por qué me buscas?

—Porque sí —bufo fastidiada.

—Hablo jodidamente en serio. ¿Qué es lo que quieres de mí? Creí que me detestabas por ser una ricachona o algo así.

—No lo sé —se encoge de hombros —. Quizá quiero llevarte a la cama.

—Que sincero —ruedo los ojos y me cruzo de brazos.

—Esta habitación es muy de niña —ríe —. ¿No haz madurado?

—Tengo veinte, genio.

—¿Veinte? Joder —ríe.

—¿Cuántos años tienes tú? —frunzo el ceño.

—Veintiseis.

Abro los ojos sorprendida —Vaya...

Sonríe—. Eres una bebé —se acerca a mí.

—Solo me llevas seis años, idiota.

—¿Comenzamos con los insultos preciosa?

Bufo fastidiada y me dirijo a la cama. Él se acuesta junto a mí.

—¿Por qué terminaste con Trent? No, no, ¿cómo terminaste con un imbécil como Trent?

—Pues, amor de quinceañera supongo —río divertida —. Tenía diecisiete años, Trent me parecía el típico chico malo de las novelas. Lucía inofensivo en ese entonces. Me creía la salvadora de caballero de los cuentos.

Theo ríe —. Eras bastante tonta.

—Y aún lo soy —sonrío. Él me mira con sus grandes ojos verdes y siento un cosquilleo bajar a mi zona íntima.

Bastan dos segundos para subirme sobre él y besarlo desenfrenadamente. Muevo mis caderas lentamente mientras muerde mis labios y toma mi cintura bajando a mis glúteos. Jadeo su nombre y él gruñe contra mis labios. Quemaba, tocarlo me quemaba, besarlo me quitaba el aliento. Sabía que estaba mal, que tocar a Theo estaba mal, no entendía el por qué de ese sentimiento pero así era. Sin embargo no me llegó a importar. Continúo besándolo hasta que nos separamos por falta de aliento.

—No debería ni si quiera tenerte aquí —susurro aún agitada.

—No debería ni de buscarte. Pero hay algo en ti Leah, hay algo en ti que me llama la jodida atención.

El encanto Williams, seguro.

—No tengo la respuesta a eso.

—Tampoco yo la tengo —susurra para acercarse de nuevo a mis labios.

Despierto por el sonido de mi celular alertando que debo prepararme para trabajar. Me levanto esperando por encontrar a Theo a mi lado, pero no está.

Era de esperarse.

Cumpliendo Promesas (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now