Enfermería

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Keith, una vez hubo finalizado la conversación, o más bien, el intercambio de pullas, fue también en la misma dirección, estaba bastante molesto y ahogar las penas solía ser más sencillo cuando tenía un café y un bollito entre las manos.

Siguió al chico con una distancia prudente y vio toda la escena en la cual Luka perdía el conocimiento. No se lo podía creer, ese chico era un incordio, si no causaba los problemas se metía en ellos...

Después de detenerse unos minutos y ver como el chico permanecía tirado en el suelo, suspiró con fuerza y se debatió internamente entre darle una patada o ayudarle. El angelito bueno cedió a regañadientes y Keith se agachó para después cargarle como un saco de patatas. El castaño era bastante delgado, así que no le fue muy complicado levantarle ni tampoco transportarlo.

En su búsqueda de la enfermería recorrió un par de pasillos, sin encontrarse a un alma, pero tras decidir girar a la derecha en una esquina vio el pequeño cartelito con las palabras deseadas.

Keith estaba cansado, cansado de la mudanza, cansado de tener que ir a un colegio nuevo, cansado de tener que estudiar prácticamente dos cursos a la vez...y cansado de cargar al pequeño inútil que llevaba a la espalda.

Había llegado al país hacía un mes, y no es que el idioma le supusiera un gran inconveniente, su madre desde pequeño le había metido en clases de español; además, tenía algunos amigos desde que había llegado, y no era la primera vez que visitaba España. Pero aun así, el cambio era demasiado grande.

Ese día en particular le había salido todo mal y por encima ya había discutido con el compañero que iba a tener a su izquierda en cada maldita clase. Había sido bastante infantil por su parte haberle chinchado desde un primer momento, lo sabía. Pero es que el niño tenía una capacidad innata para incordiarle y no podía evitarlo.

No le caía bien, definitivamente, y eso que al principio había despertado en él cierta curiosidad.

Keith entró en la pequeña habitación y recostó al chico sobre un sillón mientras buscaba por la estancia a alguien.

Una chica joven, de unos veintipico años se le acerco.

― ¿Qué le ocurrió?―le preguntó mientras le tomaba el pulso.

―No lo sé, se ha desmayado.

―Ya veo... ¿Eres familiar?―quiso saber la chica.

―No, un amigo―contestó turbado, que no eran familia era bastante obvio.

―Bien, si quieres espera fuera. Le voy a hacer algunas pruebas rápidas―le dijo la chica, a lo que él asintió y salió de la sala.

Llevaba un cuarto de hora allí sentado sin ninguna razón aparente. Keith no entendía por qué estaba esperando por él. Sentía cierta responsabilidad por haber sido quien lo había llevado, pero nada más.

La puerta se abrió y la chica salió tras ella.

―Ya he acabado, puedes pasar, no parece nada grave. Aunque cuando despierte dile que coma algo, le va a sentar bien.

―Claro, se lo diré― le respondió con una sonrisa antes de que se marchara de nuevo por donde había venido.

El rubio se quedó sentado a un borde del sillón morado, Luka estaba dormitando apoyado sobre el reposabrazos. Entonces el pequeño comenzó a hacer ruidos hablando en sueños.

―Idiota...―fue la palabra que se descifró entre murmullos.

― ¿En serio? ¿Sigues discutiendo conmigo incluso en sueños?―preguntó en alto el inglés soltando una pequeña risa.

Mientras pensaba eso una pequeña sonrisa surco sus labios, en el fondo la situación le causaba cierta gracia.

Durante la espera se quedó dormido con la cabeza apoyada sobre el respaldo, no creía que el castaño se fuera a despertar en un tiempo, así que su idea era aprovechar a descansar un rato mientras tanto.

Un PasoWhere stories live. Discover now