La cita y la cuchara

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Luka llevaba diez minutos dándole vueltas a la cocina, ¿qué demonios acababa de hacer? ¿Cómo se le había siquiera ocurrido besar a Keith? ¿Por qué no lo había apartado? Todas esas preguntas se ponían en fila en su cabeza sin esperar hallar una respuesta lógica. Luka se golpeó la cara con fuerza, con ambas manos, intentando centrarse. No lo consiguió.

Suspiró y miró a su alrededor, había ido allí por un motivo, necesitaba preparar algo, se lo había prometido a la madre de Keith. Intentó apartar los pensamientos de su cabeza y relajar aquella parte de su cuerpo que se había alterado casi tanto como su cerebro. No era el momento.

Cogió aire de nuevo, con fuerza, y lo fue expulsando poco a poco con los ojos cerrados, se tenía que despejar.

Entonces empezó a buscar por la cocina alguna cosa sencilla que preparar. Luka no tenía especialmente buena fama por ser un gran cocinero, de hecho, su madre le había prohibido la entrada a la cocina durante casi un mes después de que causara una explosión en el microondas por meter una olla de metal. A pesar de ello, confiaba e poder hacer una simple sopa de pollo. Sobre todo si era una de esas que venían ya casi listas en los sobrecitos.

Se decantó por esa opción al no encontrar otra mejor y volvió a revolver los cajones en busca de cubiertos. Una vez conseguido su objetivo y habiendo enfriado su mente, decidió volver a la habitación, completamente dispuesto a no sacar el tema en lo que quedaba de tarde. Pretendiendo dejar el plato de comida y volver a bajar las escaleras. Aunque también a sabiendas de que el rubio no lo dejaría pasar como si nada.

Entró en la habitación haciendo una maniobra extraña para abrir sin tirar nada y le dejó las cosas sobre la mesita de noche sin decir una palabra.

―Hey―le llamo el rubio antes de que saliera― ¿Tú no vas a comer nada?

―No, ya comeré en casa―respondió intentando continuar su camino.

―Puedes prepararte lo que quieras en la cocina.

―Te lo aseguro, es mejor que coma en casa, a no ser que quieras quedarte sin cocina...―dijo Luka sin pensar demasiado. Keith enarco una ceja divertido.

―Pues come un poco de sopa―le ofreció extendiendo el brazo ―Yo no tengo mucha hambre.

―Deberías comértelo tú. Además, estás enfermo.

―Pues usa otra cuchara.

―No voy a bajar ahora a por una cuchara...―murmuró sin darse la vuelta para mirarlo. ¿Qué estaba diciendo?

―Pues usa esta―indicó el japonés sacando una del cajón. Luka se giró con una expresión indescifrable.

― ¿Se puede saber quién tiene cucharas en su habitación?―exclamó. Él se encogió de hombros.

―Come.

―No quiero―dijo el castaño apartando la cuchara.

―Come―insistió.

―Qué no quiero...

―Pues yo tampoco―exclamó el rubio infantilmemte.

― ¿Qué eres, un niño pequeño?―peguntó Luka frustrado. Keith sonrió de lado.

― ¿Te parezco un niño pequeño?

―Sí.

― ¿En serio?―preguntó con una sonrisa pícara.

―Si...―respondió el chico perdiendo fuerza en sus palabras viendo como el rubio se aproximaba a él.

― ¿Un niño pequeño sabe hacer esto?―susurró Keith cambiando su tono de voz por uno más grave.

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