Capítulo 1

1.1K 82 34
                                    

Kotonok, kotonok, kotonok... El pequeño kotonok de Alexander. Así solías decirme ¿No madre? Es decir, ver tu tumba y tener un dolor inmenso atravesando mí pecho, deseando que regreses y vuelvas a tocarle una, aunque sea una sola melodía, al ya miserable de tu pequeño Alexander Melenkov.

Hoy te traje unas rosas rojas, tal como te gustaban. Vengo bien vestido con una gabardina oscura y aunque el viento me ha despeinado, trato de seguir con mi buena imagen ¿sabes? tuve una presentación en uno de los teatros que más te gustaban, aquí en Kaluga y toqué con el corazón tal como tú lo hacías. Me refugié en la música y he logrado muchas cosas... ¿Estarás orgullosa?

Madre, mi tía Eveshka no deja de extrañarte. Suele contarme cosas de ti y las travesuras que hacían juntas... es inevitable no enarcar una sonrisa y que mi mirada se aflija un poco cuando menciona tu nombre ¿Cuántos cumpleaños he dejado de celebrar desde que te fuiste? El día que me diste a luz fue el día que me abandonaste... Qué ironía.

Y papá, él ya no existe, él ya está muerto para mí.

Desearía que pudieras verme, o simplemente, desearía darte un abrazo. He cumplido los favores que me pediste en aquella ocasión, luché para lograr ser lo que soy ahora. Nunca dejé de tocar y valoro a las personas. Pero hay un punto en contra; espero que no resulte ofensivo para ti, y es que, a pesar de todo, me siento vacío y lamento de todo corazón que la emoción que solía sentir cuando tocaba, haya desaparecido. Pero quiero seguir tocando para ti, porque eso de alguna manera me hace sentir satisfecho.

Quisiera contarte muchas cosas, todo lo que ha ocurrido desde que partiste. Desgraciadamente me cuesta un poco pensar en las tantas cosas que me gustaría compartirte. Por ello prefiero ver con mis labios sellados tu tumba, prefiero recordar tus hermosos cabellos oscuros y ondulados, también ese par de ojos marrones que conquistaban y atrapaban a cualquiera. Sin olvidar, claro, tu hermosa sonrisa.

Regresaré a Moscú para retomar el mes perdido de clases, mi tía quiere que siga mejorando. Dice que me parezco a ti, me agrada y me duele escucharlo; estoy muy agradecido de haber venido hasta acá sólo para dejarte estas rosas, para recordarte que te amo. Lamento si no puedo sonreír y mostrarte que me encuentro bien, pero la hipocresía no va conmigo, y menos delante de ti. Solo quiero ser honesto.

Me hinqué frente a su tumba y dejé las rosas carmesíes sobre su lápida, si pudieras verlas seguramente te maravillarías, pero como no, supondré que lo harías. No deseo mencionar a Leandro frente a ella, de ese señor no hay nada de qué hablar.

Ahora mismo mi tía debe estar en el coche esperándome. Lo siento, ella no es fuerte cuando me acompaña para verte, dice que le duele verme así, pero por alguna extraña razón la empatía con las emociones del resto ya no produce efecto en mí. Quizá sea exagerado, pero esta sensación ya lleva carcomiéndome desde hace bastante tiempo.

Solo venía a decirte que hoy es el último día que estaré aquí y vendré quizá dentro de otros seis o diez meses o incluso un año, pero vendré. Estés donde estés y me mires por donde me mires, cuídate madre. Seguirás siendo mi adoración y mi más grande ejemplo a seguir.

—Te amo...

Me levanto lentamente y me alejo con melancolía de ese sitio, ese agudo dolor atravesando mi pecho como la primera vez que acepté que ella se había ido. Como la primera vez que entendí que nada ni nadie es para siempre. Creo que después de todo, es imposible no recordar a las personas sin un poco de lágrimas en los ojos ¿verdad?

Salgo del cementerio con manos en los bolsillos, vaya, ¿quién diría que aunque pasen los años sigues extrañando a los que ya se fueron como si nunca se hubieran ido? Suspiré melancólico y avancé entre las rasposas rocas cubiertas de tierra, incluso pisoteé la naturaleza muerta a mis pies, liberando el crujido de ésta. Me detuve solo un par de segundos para mirar por encima de mis hombros, probablemente alguien que mire un cementerio puede tenerle miedo o pánico.

Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora