Capítulo 18

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—Qué simpática eres Eveshka... —respondí interponiéndome ligeramente entre ellas—se nota la educación que impartes...

Era obvio que por sus expresiones estaba muy sacada de quicio, pero de por sí es humillante tener que exponerla frente al resto de chicas que no esperan otra cosa sino ver a Evangeline llorar.

—Y bien... —contesta seria— ¿Quieres bailar con ella no?

—Sí, quiero bailar con ella, pero no hay necesidad de hacerlo aquí —tomé de la mano de mi acompañante—nos retiramos, tú también ven Chris...

—Melenkov... tú no puedes irte aún, la clase apenas va a la mitad y si no mal recuerdo estás bajo mi supervisión

—¿Y?

—De acuerdo... enséñame que tanto planeas hacer con esta chica

—"Esta" tiene su nombre —contesta Chris

—Silencio, si de verdad quieren retarme entonces háganlo, primeramente tu Alexander, sabes tus obligaciones

—Qué pena... —contesté —mi tiempo de estar aquí ya terminó

—Y tú, Evangeline, ven acá... vas a bailar con Alexander si es lo que él quiere

Eveshka la miró con pesadez, indicándole con un ligero gesto del mentón el centro del salón. Demonios, tengo más miedo por el tipo de música que ponga que por la manera en la que se va a comportar, porque sé cuán exigente es ella para que el baile sea perfecto. Podría decirle algo ofensivo y no lo toleraría.

—¿Qué? ¿Y-yo?

—¿Existe otra chica llamada Evangeline?

—Ah... ¿Qué tengo que hacer?

—Chicas, siéntense para apreciar a Evangeline y a Alexander, veamos si así se te baja el berrinche Alexander

—Basta Eveshka

—Querías bailar con ella ¿no? ¿Quieres presumir a tu novia verdad? Entonces hazlo, hazlo y cállame la boca al igual que esta jovencita

—¿Siempre es así? —Evangeline murmulla mientras avanzamos hacia el centro

—No, es peor...

—Adelante, ¡BAILEN!

Respiré profundamente, Eveshka no podía quitarme esa mirada de total furia y sé que lo pagaré caro, pero por el momento intento defenderme lo mejor que puedo. A pesar de su mal temperamento y de las muchas miradas fijas que estaban puestas sobre nosotros, podía mantener mi porte y compostura, algo que evidentemente en Evangeline no había. Lentamente se encogía, ni siquiera podía verme a los ojos.

Podía sentir su miedo con solo ver sus manos temblorosas. Si un hombre no es confiado al bailar, la mujer tampoco lo será y viceversa. Llo mejor que puedo hacer en este caso es comportarme como su soporte y ahuyentar sus temores. Tendí mi mano hacia ella.

—Anda, baila conmigo

—No, lo siento —sonríe con dificultad y mira hacia mí—No bailo como tú, no cumplo tus expectativas...

—Evangeline—me acerqué con paso lento y coloqué mi mano en su cadera, atrayéndola con firmeza e incluso, entrelacé nuestros dedos, estos eran tan pequeños que encajaban perfectamente con los míos—Concédeme este pequeño baile ¿De acuerdo? Es un ensayo, no tienes que preocuparte

Ella se veía muy asustada y puedo comprenderlo. Sentía como sus dedos se deslizaban en mi mano, lentamente bajaba la mirada, pero eso era algo que yo no iba a permitirle. Yo deseaba ver sus ojos como no lo había hecho con nadie, iba a darle confianza lo quisiera o no. Posé mis dedos bajo su barbilla y la obligué a que me observara.

Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO Where stories live. Discover now