Capítulo 10

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Mierda, mierda y de nuevo más mierda ¿Por qué a mí? Repito, ¿¡Por qué a mí!?

—¡Max!—exclamo poniéndome de pie, si o si debo alcanzarlo y retenerlo antes de que ande de chismoso. Literalmente salgo volando de la cama, tratando de alcanzarlo —¡Max regresa!

—¡No le diré a nadie! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Dios les brinde un buen hijo! —pero joder, por algo Max es el mejor en atletismo, salió como correcaminos huyendo del coyote

Cuando lo vi llegar al otro extremo y bajar las escaleras con rapidez ni siquiera me tomé la molestia de atravesar los pasillos. Simplemente sé que no estaré ni un poco cerca de seguirle los talones. El que digan los demás me tiene sin cuidado, pero si se esparce un rumor y llega a oídos de mi tía...

Mierda.

Giré sobre mis talones con la mandíbula y puños tensos, estaba furioso y tenía que arreglar esto con la extranjera, es increíble, solo bastó un momento para que ya me calara esta chica.

—Te lo dije—entré a la habitación y cerré la puerta con seguro a mis espaldas—¡Te lo dije maldita sea!

—Mi dignidad y nueva vida se fueron al carajo ¡Mamá! ¡Buah! —alcé la mirada y vi cómo rodaba por la cama, casi enredándose con las cobijas

¡Infantil! ¿De qué te quejas si el más perjudicado seré yo?

—No llores—digo firme—ni se te ocurra ponerte en papel de damisela en peligro si bien...

—¿Por qué? —se detuvo en seco, sentándose en la orilla de la cama, de pronto me sorprendí al ver cómo sus ojos se cristalizaban lentamente —Yo no estaba haciendo nada malo, solo quería ser amable y mira, ahora dicen que estaba fabricando bebés

—Hey, Hey niña inglesa—demonios, si algo que más odio es ver a las niñas llorar, desde que soy un niño siento que son demasiado, pero DEMASIADO sentimentales y que no les basta más que un buen consuelo para calmarse—Ya te dije que no llores

Trago saliva con dificultad. Dije que sus mejillas de bebé gordo se inflaban cuando hacía pucheros ¿Cierto? Pues también se inflan cuando "se agüita", es lo que diría mi amigo Marco en una situación así. Los mexicanos tienen expresiones para todo tipo, es sorprendente. En fin, qué verla así me hace sentir culpable por haberle gritado.

—O-Oye, no llores...—digo avergonzado—me excedí en mi tono de voz, discúlpame

Pero ella hace caso omiso a mi palabra, parece más hundida en sus pensamientos que en mi propia voz.

—Evangeline... —me acerqué y chasqueé los dedos—oye niña inglesa... hazme caso

Pero ella sigue meneando la cabeza, me sorprende ver que de un momento a otro se detiene a observar un punto fijo, muerde su labio inferior y siento un escalofrío recorrer mi cuerpo, pues sé que va a llorar. Si yo fuera un grosero, probablemente volvería a gritarle... pero para mi mala o buena fortuna Leandro me enseñó a ser demasiado caballeroso. Ahora mismo ¿Debería abrazarla? No, eso ya es demasiado...

—Mejillas de bebé ¿Estás bien?

Sigue callada, sus labios tiemblan al mismo tiempo que sus mofletes. Ahora que lo pienso... no es para tanto ¿cierto? No debí ser así, puedo solucionar las cosas.

—Hey, mi Kotik... lo siento

Me encamino hacia ella, un poco nervioso y con las mejillas ardiendo por la pena, claro que disimulándolo con mi semblante serio.

Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora