Capítulo 22

491 53 42
                                    

Escuché unas risas en el comedor, las tremendas carcajadas de papá junto a alguien más. Últimamente él llega muy tarde de su trabajo y para el colmo, muy fuera de su juicio... quiere hacerme el tonto diciéndome que solo está mareado pero por el olor de su saco sé que toma. A veces llega muy agresivo a tocar mi puerta, por ello siempre me escondo bajo la cama, pongo seguro o simplemente finjo que estoy dormido y no lo escucho.

Me levanté de mi cama, tallé mis ojos para tener un poco más de conciencia y no tropezarme. Ya han pasado cinco meses desde que mamá se fue y aunque es difícil he tratado de hacer mi mejor con lo que refiere a mis estudios, quiero creer que papá también se está esforzando, pero sus actitudes me ponen a pensar mucho. Cuando abrí la puerta de mi habitación y me asomé ligeramente por el barandal de la escalera escuché las risas más y más fuertes. No son para nada de un amigo, ni siquiera sus colegas...

Son risas de una mujer.

Miré el reloj de madera colgado en la pared, las manecillas indican tres de la mañana...

¿Será alguna de mis tías? Estaba descalzo, bajé discretamente y sentí como el terciopelo me hacía cosquillas en cada uno de mis dedos. Cuando me aproximé y me asomé un poco quedé algo boquiabierto, es Martha...

Algo en mi pecho punzó al verla sentada sobre el comedor y mi padre entre sus piernas, ambos riendo como locos y ella acariciando cada cabello de él, su vestido rojo muy por encima de sus muslos, su labial corrido y hecho un asco por toda su cara, cuando vi hacia mi padre... sentí, no sé como describirlo... sentí que un balde de agua fría me caía en la cabeza. Había marcas de besos en su cara, sus manos recorrían todo su cuerpo y de una manera tan... tan... asquerosa...

—Eres extraordinario Leandro, ¡Me encantas!

—Desearía decir lo mismo

—Shhh cállate—coloca su dedo índice sobre los labios de mi padre y esboza una sonrisa—recuerda, soy la empleada número UNOOOO

—Tremenda loca—carcajea y ella planta un beso en sus labios, desabotonando parte de su camisa como tremendo animal

Yo... no entiendo... ¿Qué está... o por qué lo está haciendo?

No es llanto lo que quiero liberar, ni siquiera gritos... estoy asqueado, siento como si ahora mismo pudiera volver el estómago, ¿qué cosa tan vulgar están haciendo dónde alguna vez mi madre preparó nuestros alimentos? El nudo en mi garganta y estómago se incrementaron cuando vi a mi padre tocar sus pechos, ella bajó sus manos hacia la entrepierna de él y escuché el ligero "zip" que su cierre causó cuando lo abrió.

Cubrí mi boca y cerré los ojos, ¡No quiero ver más! Corrí con todas mis fuerzas repitiéndome a mí mismo que esto quizá era una pesadilla, que esto no era real, solo una fantasía creada por mi cerebro. Por tonto tropecé en el penúltimo escalón antes de llegar, fue tan tremendo el golpe que sentí como mi rodilla punzaba por el dolor, me quejé y escuché las voces de ambos aproximándose.

—¿Qué fue eso? —dice él

—Ay nada, nada...

—Espera...

Dios, el dolor puede ser insoportable, pero el asco y la decepción son más grandes. Me levanté como pude, cojeando adolorido y al llegar a mi habitación lo único que hice fue cerrar la puerta con rapidez y aventarme en la cama, enredándome en las cobijas.

—No puede ser—me dije a mí mismo entre murmullos, negando con la cabeza—era una pesadilla... él... no se olvidaría tan rápido de mi mami ¿verdad?

Mordí mi labio inferior, no maldita sea, no quiero llorar ¡Ah! ¡Detesto esto! ¡Me siento frustrado e incompetente!

Algo en mi pecho punza con fuerza, no sé qué es... pero estoy seguro de que una buena emoción; no lo es.

Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora