Capítulo 52

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Mi corazón se oprime al igual que mi aliento. El disparo pega bajo mis pies. Entre abro los ojos para ver en dónde ha quedado la bala, pero solo me percato de un pequeño agujero y en él, una cantidad pequeña de humo emergiendo. Trago saliva con dificultad, suelto el aire de golpe, ¡Dios! creo que voy a desmayarme por el terror. Mis manos tiemblan como locas y ni hablar de mis piernas, aunque puede ser muy pronto para sentirme libre...

Dayana deja caer el teléfono al suelo y éste se rompe apenas lo toca.

—¡Eres una idiota! —Annie le propaga una tremenda bofetada a Dayana y le tira del cabello con fuerza —¡Eres una estúpida! ¡Debes matarlo!

—¡No puedo! —grita, estremeciéndose del dolor — por... por favor, por favor suéltame

—¡Por eso tus padres no te querían! ¡Porque eres una buena para nada, cabeza hueca e inútil! —le da otra bofetada— ¡Dame esa cosa! Yo me encargaré de asesinarlo

—¡No! —forcejea con rudeza pero Annie desata toda su furia en golpes hacia ella —¡Detente!

—¡Dame esa mierda Dayana! —Dayana se defiende dándole un empujón en la cara —¡Maldita zorra! ¡Yerik va a asesinarnos y esta vez tu cuerpo no será suficiente para compensarlo!

Se golpean la una a la otra, pero evidentemente Annie tiene más fuerza y logra  someterla a ella, derribándola al suelo. Annie sujeta la pistola una vez que se la arrebata y apunta de nuevo hacia mi, aunque es interrumpida cuando Dayana se para de brinco, le brinda un empujón y arroja el arma al suelo.

—Esto... esto va a enfurecer al joven Ivanenko —masculla uno de los hombres que me sostiene al otro —¿Qué hacemos?

—¿Lo matamos nosotros entonces?

Hay una cosa que no deja de rondar por mi cabeza, si estos hombres son más altos, robustos y fuertes... ¿Cómo pueden temerle a alguien como Yerik? Yo no estoy en condiciones para defenderme, pero si yo fuera como ellos no me doblegaría ante nadie, a menos que realmente sea un demonio.

—Pero es inteligente... y sabe cómo manipular —musito, escupiendo sangre —no me extraña

—¿Qué diablos dices? —preguntan los hombres al unísono

Guardo silencio.

—¿Por qué tanto escándalo? —los zapatos crujiendo contra el suelo y esa gruesa voz llena de irritación me hacen estremecer — joder, uno no puede ni checar sus cosas porque —mira el pleito de Annie y Dayana y luego hacia mí. Suspira con pesadez — ¿Es en serio? ¿No pudieron jalar el maldito gatillo?

—Yerik... —habla con nerviosismo Annie — fue esta inútil la que-

—No me interesa saberlo, solo les falta lodo para que hagan esto más entretenido —camina hacia ellas con soberbia —dame eso, lo haré yo mismo — al sujetar el arma, sin pensarlo dos veces me apunta en la cabeza, prepara el gatillo y vuelvo a perder el aliento

Estoy seguro de que estoy más pálido que de costumbre. Mi estómago da grandes vuelcos, no creo poder sostenerme sobre mis piernas por el pánico.

—¡Joven Ivanenko! —uno de sus hombre llega corriendo con angustia, con el pecho subiéndole y bajando como locomotora. Su rostro tiene una expresión indescriptible

—¡Maldición! ¿Y ahora qué?

—Patrullas — se hiperventila, pareciera que hubiera bajado a toda prisa desde el último piso hasta aquí solo para hablar — los oficiales vienen en camino, señor...

Yerik guarda silencio, frunciendo el entrecejo y mirando de nuevo hacia las mujeres.

—¿Fueron ustedes?

Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO Where stories live. Discover now