Capítulo 26

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—¡Alexander deja de tocar esa mierda de música? ¿¡No me oyes!? ¡Alexander!

Ella entra como loca, abriendo de golpe mi puerta y brindándole una buena palmada. Me mira con irritación y no hago más que ignorarla.

—¡Alexander!

Sigo ignorándola.

—¡Alexander!

Carajo...

—¡Alexander!

—¿Qué demonios quieres?

—¡Que dejes de tocar esa música! A tu padre no le hace bien

—¿Y crees que eso me interesa? Deja de ser tan ridícula y déjame solo, ahorita no está así que no veo en qué le afecta

Seguí deslizando el arco sobre las cuerdas, musitando algunas notas para después anotarlas en la pequeña libreta que estaba en mi regazo.

—No... —reproché, repitiendo nuevamente mis partituras —quizá con un Do al final...

—¡Alexander!

La ignoro y analizo mis escritos. El sonido de esta canción debe ser deprimente en un punto crítico y luego alzarse en todo su esplendor... anoche vi una película sobre amores de los años 80 y quedé muy encantado con la ambientación. Tanto, que me apeteció componer una canción haciendo referencia al amor correspondido con final trágico, las notas bajas son significado de la deleitable relación entre ambos protagonistas, puede que la historia tuviera su encanto de ficción, pero eso no quita el hecho de que la época en la que se remontó la historia la hizo valer mucho.

—¡Que pares con el maldito violín! ¡¡Ahora!!

—Bueno, —me giré para verla —¿Y tú quién te crees para decirme lo que tengo o no que hacer?

—Soy la señora Melenkov y por tanto tienes que obedecerme

Escucharla decirse a sí misma eso me hace sentir enfermo, me da asco siquiera verla tan segura y con la frente tan alta como una completa altanera. Quiero decir, ni siquiera está casada con mi padre.

—Para mi nunca lo vas a ser —respondo serio — ahora vete, tengo cosas por hacer y tu presencia me molesta

—¡Tú! —se acerca con paso apresurado hacia mí y me arrebata el violín de un momento a otro, entro en pánico al ver la manera tan monstruosa en la que lo sostiene. El violín dado por mi madre, siendo ensuciado por las manos de ésta piruja...

—¡Dámelo! —exijo y brinco para quitárselo, pero es inútil, soy muy pequeño a su lado

—¡Te lo he dicho Alexander! Esta música debe irse a la basura, es pura mierda

—¿Mierda? ¿¡Cómo puedes llamarle mierda a la música clásica!? ¿Es que acaso tú no tienes buen oído?

—¡Es pura bazofia! Desde hoy quiero esta porquería en el bote de basura, sin discusiones

Ella sale de mi habitación. No, ya ha jodido bastante mi vida con su sola llegada como para que le permita tirar el último recuerdo de mi madre a la basura. Corro hacia ella y tomo con fuerza de su playera, jaloneándola para que me devuelva el violín, ella grita y hace de todo por separarme.

—¡Para Alexander! ¡Estoy harta de siempre escuchar tu horrible música!

—¡Y yo estoy harto de solo verte! ¡Eres la mujer más fea, horrible y espantosa que ha existido!

Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora