Capítulo 29

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Un sueño nostálgico destilado entre hilos rotos.
Un perfume de abandono que impregna mi alma.
Los sueños donde yaces con tu mirada cansada.
Dónde tus manos posan sobre tu pecho y las flores rodean tu cuerpo, soñando ser tú.

Envidia del cielo por dejarte ir, paraíso del infierno en tus labios carmín.
Sueños danzando sobre cuerdas marchitas y notas oxidadas.

Anclando mis penas en el mar del olvido.
El crepúsculo mirando desde la lejanía para susurrarme sus miedos.
Siendo huérfanos mis sentimientos, esperan arrullarse con la canción de cuna.

Sueños rotos, oxidados y marchitos.
Balanceándose sobre;
Dolor
Resentimiento
Milagros
Fantasías vestidas de un
Sol inalcanzable. Atravesando la
Ladera de tu pesar y colapsado en una
Sinfonía.

Cálame con tu aliento, besaré tus nudillos.
Dormiré en tu pecho y pediré por ti.

Concédeme a través del alma del viento, sostener estos sueños.
Hasta que los dedos duelan, hasta que las lágrimas cesen,
hasta que tu aliento se esfume de mi memoria.

Hasta ese entonces, déjame conservar este sueño nostálgico.

Deslicé el arco sobre las cuerdas, dancé de un lado a otro con una enorme sonrisa por sentir toda la adrenalina invadir mi cuerpo. Joder, cómo amo esta sensación.

No hay nada, pero nada igual que la música en mi vida. Me cuestiono profundamente encontrar algo tan perfectamente cómo ella...

—¡Eh! ¡Alexander! —exclaman los hombres con jarrones en mano y aplaudiendo con deslumbre— ¡Hazlo cómo solo tú sabes hacerlo!

Al verlos no pude evitar sonreír con elegancia y tocar el violín como si fuera una guitarra. Las yemas de mis dedos podrían fundirse ahora mismo entre acordes, pero maldita sea, cuando encuentras algo que realmente te apasiona, el dolor queda muy de lado.

Muerdo mi labio inferior, doy un brinco sobre la mesa y sigo cantando al ritmo de mi violín.

—¡Salud por Alexander!

—¡Salud! —exclama el bar entero

Fredek me mira orgulloso, soltando carcajadas y aplausos aludidos. Agradezco mucho que me haya permitido traer conmigo mis cosas y seguir tocando frente al resto. Reconozco que me cuestioné mucho si debía hacerlo o no porque jamás he tocado ni cantado frente a otros. Si no lo hice en mi salón de clases, ni en el coro de la escuela más que aquella vez por accidente... lo vengo a hacer ahora en un bar y con un montón de hombres robustos pero carismáticos. Ironías de la vida. Da igual, una vez que comencé a tocar me olvidé del resto, llevo haciendo esto más de un mes y cada día llegan más personas. Lo cuál me hace sentir orgulloso.

—¡Alexander! —gritan tres mujeres al fondo, con las manos y sonrisas alzadas —¡Alexander!

Les guiñé el ojo con picardía y las tres gritaron hasta enrojecer.

«Vaya, que agradable sensación.»

Al finalizar sonreí hacia el público e hice una pequeña reverencia. Si, creo que me exalté demasiado porque brinqué de un sitio a otro y terminé en la barra de licores, pero no importa... Fredek dice que está bien siempre y cuando no rompa nada, eso o me caiga.

Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO Where stories live. Discover now