Capítulo 27

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El camino a Moscú fue tan silencioso, no había siquiera música en el estéreo. Únicamente la lluvia empañando el cristal y la neblina interponiéndose en nuestro panorama, fue hasta qué Leandro decidió encender la radio y de ahí en adelante, el silencio entre ambos fue el mismo.

—No tiene que preocuparse señor Melenkov, cuidaremos de su hijo cómo si fuera nuestro

Él asiente sin decir nada. Estaba tan distante a ese momento que no escuché nada de lo que la monja y Leandro hablaban, eso hasta que la señorita monja me indicó que era momento de despedirme de él.

—Anda pequeño, dile adiós a tu padre

Me quedé observándolo por un momento, no reconocía al hombre frente a mi como tal. Sólo me acerqué para tomar la maleta de sus manos y di la vuelta sobre mis talones antes de que él dijera algo. La señorita parecía algo incómoda, pero sonreía cordialmente mientras tomaba de mi mano. Al ver a Leandro, un sentimiento de tristeza profunda se manifestó en mi ser.

Él me observó a los ojos. Él siempre ha dicho que los ojos son el reflejo del alma, entonces, ¿podrá notar el dolor a través de mí? Muy en el fondo quiero que él me diga que esto no es verdad, que puedo volver a casa y que volveremos a ser una familia, aunque sea de dos. No me importaría olvidar todo, sería un mejor hijo si no he sido suficiente... haría de todo por ser un orgullo.

Pero por favor, por favor padre... dime qué realmente me amas y quieres contigo. Aunque no lo hagas por mí, pero si por Isabella.

Sin embargo, él se queda ahí, observándome con profundidad y ante el silencio no hago más que dar la vuelta, pidiéndole con un ligero apretón en la mano a la monjita que ya me quiero ir. No quiero verlo. Ella ve la súplica en mi mirada, pareciera desconcertada pero finalmente accede sin decir más.

~*~

Pensar que podría redimirse a sí mismo es una tontería, si no lo hizo en su momento no veo el porqué de hacerlo ahora.

Me dedico a contemplar el techo del cuarto de Evy mientras pienso. Es curioso que desde niño he crecido con demasiados valores, tanto de casa cómo religiosos. Suspiro, pensar demasiado hace daño. Volteo por decimotercera vez a ver el reloj en el escritorio, yo sé que no hace mucho Evy se fue, pero me estoy volviendo loco por no verla. Quiero saber cómo está, qué hace... si ha reído, cada detalle quiero contemplarlo todos los días o toda una vida...

—Estás perdiendo la cabeza —digo con una sonrisa — pensar en que ella y yo podríamos casarnos... —pauso, analizando mis palabras —de hecho, no suena tan mal

Mierda, me duele el cuerpo de una manera terrible, quiero hacer algo más que solo estar postrado en la cama. Solo muevo los dedos y siento que voy a romperme no importa lo que haga, inspiro una bocanada enorme de aire y suspiro de nuevo. Si no hago algo más, terminaré volviéndome loco... es lo malo de ser hiperactivo. Me levanté con dificultad de la cama, ¡Demonios! Mi cuerpo, todo ¡Pero todo! Me duele. Siento que podría morir aquí y ahora.

Al desconectar mi celular y encenderlo, comienza a sonar como loco. Al parecer Chris ha estado buscándome, no sé si realmente quiere arreglar la última discusión que tuvimos o incrementarla aún más.

—Joder... —digo, caminando hacia el baño

Son de esos dolores que realmente te ponen a pensar que te vas a morir y no has hecho un testamento...

—Huelo a cola

Antes de que entrara al baño, me topé con el pequeño estante de Evangeline, éste tenía discos, libros y una que otra cosa curiosa. No creo que le moleste si hecho un vistazo a sus cosas... Espero que pueda comprenderme, no hay televisión y al menos un libro me va a entretener.

Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO Where stories live. Discover now