Capítulo 34

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De toda la clase, lo único que he escuchado ha sido lo de la mañana y ya. Ni siquiera sé qué diablos dice Annie, aunque tampoco me interesa. En mi cuaderno escribo una plantilla completa de:

Ni de coña te doblegues. No seas compulsivo.

—Y estoy segura que les emocionará escuchar detalles en el futuro, además, nuestro querido Melenkov seguro hará una excelente presentación regresando de vacaciones ¿verdad?

Alzo la vista y Annie me mira con entusiasmo. Qué fastidio, la presentación de la cuál ni me habría enterado de no haber sido por la radio. No hago más que verla con seriedad y responder.

—Si...

—¿Qué temas planeas demostrar? —pregunta curiosa

—Clásicos—dice Dayana —¿Qué no escuchó el anuncio en la radio?

—Oh, lo siento... No estoy muy al pendiente de la radio o eso, generalmente uso discos y ya, pero, en fin, suerte joven Melenkov

De nuevo bajo la mirada y continúo con mi plantilla. Suerte, ya no creo en esas cosas.

—Bueno, mejor abran su libro de matemáticas para empezar con el sufrimiento

¿Es gracioso que solo traiga una libreta conmigo? Todos mis libros están en el cuarto, tomé una de Max y creo que aún no lo sabe. Los demás se apresuran en abrir los suyos, yo ni siquiera me esfuerzo por agacharme y fingir que lo saco de mi mochila, si Annie desea sacarme estará bien.

—¿Sucede algo señorita Price? ¿Trajo su libro?

Miro frente a mí, veo como se remueve incómodamente y como el resto posa sus ojos sobre ella.

—Yo... yo...

—¿No lo traes?

Permanece en silencio, todos voltean con curia a excepción de Chris. Él se limita a arrastrar su lápiz sobre las hojas y recitar acordes. Lo sé muy bien porque siempre hace eso en el cuarto.

—Bueno—dice Annie—Supongo que tendré que...

—Evangeline—Max arrastra su silla y la observa con una sonrisa de oreja a oreja. Lleva consigo su libro—Si quieres yo...

Esa mirada, esa sonrisa... la amabilidad que yo no puedo demostrarle. Como reacción involuntaria arrojo mi libreta con fuerza hacia su cabeza. Oh, no...

—¿¡Qué demonios Melenkov!? —grita Max furioso mirando hacia mí

Trago saliva a duras penas, pero permanezco serio y miro por fuera de la ventana. Lo lamento, no pude contener esa diminuta flama de celos en mi pecho.

—Se me resbaló

—¿¡Cómo demonios se te va a resbalar!? ¡Afronta las cosas!

—Melenkov—dice Annie, seria—no tolero este tipo de comportamiento, si no quieres ser llevado a dirección entonces ofrece una disculpa a tu compañero

—¿Por qué se pondría así de loco? —murmura Sharon—nunca había visto que se comportara así

—¿Y bien? —reitera Annie—Levántate y pídele una disculpa a tu compañero

Hago una mueca. Lo pienso por unos cuantos segundos, pero las miradas insistentes de todos me ponen de malas.

—¡Alexander! —grita Annie

Suspiro frustrado, necesito estar solo. Me pongo de pie y me encamino hacia Max, aunque no tengo intención de disculparme y por ello continúo mi camino hasta llegar a la puerta.

Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora