Capítulo 40

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Era una locura. Todo aquello era una locura... después de tremendo episodio en el teatro, Annie se encargó perfectamente de hacerme obedecer. Mi tía casi sufre un desmayo cuando nos dirigimos a la salida. Mi corazón palpitaba con fuerza, me estaba desquiciando. La idea de dormir ni siquiera pasó por mi cabeza. Eveshka no quería dejarme solo, tenía miedo y una de las mayores amenazas de Annie es que me lastimaría si a ella se le ocurría decir algo.

Al día siguiente caminé vagamente entre los pasillos, seguía en shock. Annie me dijo que quería verme a primera hora en su oficina, y eso hice. Fue hasta que abrí su puerta y me quedé consternado al verla sentada en su silla de cuero giratoria, me miró burlona y con una seña de su barbilla me indicó sentarme. Había un hombre a sus espaldas y en el otro asiento estaba... ug, Dayana...

Ella me miró de pies a cabeza, algo repulsivo. Suspiré a medida que me dejaba caer sobre el asiento. Annie, con una mirada de casi una asesina... digo casi, porque no estoy seguro de que esta mujer haya hecho algo como esto antes; le indicó al hombre que se posara junto a mí.

—Buenos días joven Melenkov —me dice sonriente, hago una mueca y ella se burla —Pon mejor cara la próxima vez que vengas ¿quieres?

—Solo di lo que tengas que decir, tengo que irme a practicar mis canciones

—Joder, pero qué mal genio... no me sorprende que realmente seas de la familia de Eveshka

—Quisiera saber ¿Cómo demonios te enteraste de eso?

—Pues... —baja la mano al cajón de su escritorio, arrastra el cajón y una vez que hunde sus manos en la pila de documentos y los saca, arroja unos en el escritorio y me mira con las cejas alzadas —Intuición...

Estaba sorprendido. Cada uno de mis documentos, cada registro mío en todo lo que hacía, incluso el papel falso con el que me había registrado como Novikov en lugar de Lorak. Comprobé entonces que esta mujer no estaba loca, estaba desquiciada y por completo.

—¿Y quién demonios te dio todo esto?

Estaba boquiabierto, no solo eran documentos... sino también fotos, noticias, de todo un poco y perfectamente acomodados en folders amarillos con clips y post-its a montones.

—Una persona... —dice burlona— que supongo era muy especial para ti...

—Estás enferma...

—Cuidado cómo me hablas jovencito

—¿¡Y cómo quieres que te llame!? ¿¡Sana de la cabeza!? —bufé, casi soltando un puñetazo en la mesa —joder, esto no es nada normal... pero ¡Para nada! ¿Y ahora qué? ¿Para qué me has llamado?

Ella sonríe y mira a Dayana.

—Habrá una fiesta el viernes... mi sobrinita quiere ir con toda la emoción del mundo...

—¿Fiesta? ¿¡Hablas en serio!? —me negué rotundamente —No, pero para nada... ¡No iré! Menos si es frente a periodistas ¿¡Sabes el enigma que causé ayer!? ¡No!

—Supuse que dirías eso —se encoge de hombros con una media sonrisa, el hombre me toma el hombro y me mira seriamente. Como si fuera a golpearme —te lo dije... no querrás causarle algún daño a tu hermosa tía... ¿no?

Apreté la quijada, exasperado por la situación. Sin decir nada.

—Así me gusta —dice Annie— descuida, es un evento aquí en la academia... uno muy especial, casi cercano a la graduación

Eso de alguna manera me reconfortó, no por el hecho de que sea entre compañeros, sino porque sería... o eso esperaba, menos escandaloso que la conferencia de ayer, sin periodistas acechando.

Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO Where stories live. Discover now