Capítulo 1: El dictador del Paraíso

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23 de noviembre de 2014.
Londres, Inglaterra.

Le informo dama o caballero que tiene la libertad de no leer mi diario, porque es mi punto de vista del mundo, y cuando lo encuentres, ya habré dejado éste odioso planeta.

Soy un gato negro que se toma la vida con un humor del mismo color que mi pelaje. Agradecería que no seas una de esas personas que magnifica todo, grite a los cuatro vientos que soy un blasfemo y me iré al infierno, porque ya lo sé y no creo que cambie.

Mi nombre es Vincent Peterson, pero mis amigos y mi familia me decían Vince. Era una persona creyente, iba a misa todos los domingos y tenía una vida normal, en la ciudad de Londres, hasta que el maldito accidente sucedió.

Yo estaba manejando mi hermoso auto BMW, me chocaron por delante y salí eyectado varios metros. Afortunadamente, una ambulancia estaba cerca y los paramédicos me llevaron a un hospital.

Pero, era demasiado tarde. Mi cuerpo estaba hecho trizas y no podía resistir más. Fue una situación muy dura para mi esposa y mis dos hijas que eran mis ojos.

Cuando la máquina de signos vitales emitió ese pitido tan desagradable, me di cuenta que ya no podría estar en mi cuerpo material. Era una muy rara sensación: te sientes vivo, pero nadie puede sabe que estás allí.

Claramente, es una liberación no tener una esposa que te joda todo el día, pero no saco nada ser feliz, si nadie es capaz de verme.

Una luz estaba ante mis ojos, pero debía cruzar un túnel muy oscuro. Nunca pensé que fuera real y me arrepiento de haber desechado los documentales y libros que hablaban del tema. Caminé por un páramo desolado, lúgubre y deprimente, hasta llegar a Necrotia.

Entré por aquella puerta del Reino de los Muertos y me juzgaron por mis antecedentes de vida. Dejaron que entrara a las puertas del cielo, pero sin saber el maldito destino que me esperaba.

Cuando llegué al lugar, donde los ángeles cantaban la molesta música coral, que parecía reggaeton para mis oídos y hasta hablan en ese latoso coro de mierda, Dios denegó mi entrada por tener un supuesto asunto pendiente.

Sin preguntarme, hizo que reencarnara en un gato negro que ningún humano podría entender, en vez de ser un alma en pena.

¡Joder! Un Dios idiota y todopoderoso jamás pregunta, y para rematar, me dijo "debes descubrir todo lo que ignoraste por años". Lamentablemente, no me dijo qué rayos era y debo hacer la mitad de su proceso mental para descubrirlo.

Lo único bueno de ésta situación, es que mis dos hijas me adoptaron y podía cuidarlas de cerca, hasta que llegara la hora de despedirme.

¿Sabes? Llegué a la conclusión de que Dios es una mierda. Existe para joder a las almas que desean descansar en su reino por obligación. Ni siquiera puedo comunicarme con él, porque no puedo juntar mis patas para rezar.

Diario de un Gato Negro: Las desventuras de VincentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora