Capítulo 31: Separados

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20 de abril de 2015
Palacio de Necrotia
Necrotia

Nunca había visto a Vincent tan destrozado. Es un alma vacía, en una fría celda para su propio bien. Pero, aunque salga de esos barrotes, intentará suicidarse antes de la causa de Necrotia. La verdad es que tiene que aprender algo sustancial: nadie puede mandarse solo. Así es, nadie. La libertad no existe, sólo es una ilusión utilizada por políticos y héroes caídos en sus propios sueños, frustraciones e ideologías sin sentido.

Si mi suerte es negra, la de mi querido gato lo es más. Perdió todo lo que le ataba al mundo de los humanos y tiene que conformarse con un cuerpo que nunca pidió, pues nunca tuvo elección y hubiera sido mucho peor el hecho de convertirse en un espíritu, porque todo hubiera sido inútil.

Puedes decir que soy la peor persona del mundo, pero no puedo ayudar a Vincent. Estoy resignada, cansada y comienzo a desesperarme, porque ya no puedo sentir su pelaje. Mucho menos, mirarlo a la cara. Lithkara nos la jugó bien y fue eficiente. No existe otra explicación más lógica y fría. Concuerdo con Necroty, aunque quiera mirarla con enojo y rencor.

Cada persona tiene sus demonios. Los humanos y seres que están fuera del mundo de la superficie los tienen, aunque cueste imaginarlo. No paro de caminar por Kyrlemir, la ciudad de los lamentos. Las almas no paran de vagar y de llorar por sus sustos pendientes, negándose a cruzar el Paraíso o las puertas del Averno. Si tan sólo Vincent fuera capaz de ver que existen realidades peores, quizás él mismo tendría capaz de ayudar. Pero, tampoco puedo sermonearlo, ya que no es el momento adecuado.

Al salir de Kyrlemir, me dirigí al desierto de la luna sombría: Olakunéc. Intenté meditar, caminar en el polvo hecho de huesos humanos y animales que no lograron salvarse de la última gran guerra. A lo lejos, escuchaba el cello de Necroty con los mismos sentimientos nostálgicos al que todos estamos acostumbrados. En vez de llorar, nos sentimos con el deber de proteger nuestro hogar. Sí, puede ser lúgubre, pero es nuestro amado hogar. 

Luego, recorrí las cuevas de Laukeriöm para buscar a los niños traviesos perdidos que intentan alejarse de sus madres, antes de marcharse al paraíso. No encontré ninguno, asta que me di la vuelta y una mujer me abrazó. Me dio las gracias por ayudarla a encontrar a su hija que, lamentablemente, murió con ella en un accidente automovilístico. Las casualidades de la vida o, mejor dicho, de la muerte.

La ligera sonrisa que tenía en mi rostro se apagó, al llegar a la prisión de Kaurwick. Vincent no reaccionaba a nada, ni quería comer. Los guardias jugaban con las latas de su comida, construyendo torres, casas o castillos, como si fueran niños pequeños. Obviamente, los regañé porque se suponía que debían cuidar a Vincent, en vez de actuar como unos imbéciles y descriteriados.

Con todo lo que he visto en el reino, necesitaré darle su espacio y tener el mío. El tiempo no sana las heridas, sólo la voluntad. El tiempo sólo sirve para acumular fuerzas y seguir adelante. Aunque, sé que no soy la persona adecuada para decirlo.

Celeste Blake

Diario de un Gato Negro: Las desventuras de VincentWhere stories live. Discover now