Capítulo 4: Ateofobia

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28 de Noviembre de 2014.
Londres, Inglarerra.

Si has dicho que soy un hereje, créeme que no me importa. Es un concepto que la Iglesia inventó para tratar a los que dejan de creer como inferiores, en vez de tratar a todas las personas con el respeto que se merecen. Son personas ateófobas, porque no aceptan que pienses a tu manera, a causa de un temor injustificado o la intolerancia. En otras palabras, existen limitaciones al pensamiento y la conciencia. Desertar te hace más libre. Además, estoy muerto y tú no. Así de sencillo. No tienes nada que decir al respecto, imbécil.

A menos que seas distinto a esas personas sesgadas por la terrible creencia basada en el sufrimiento y la muerte de un hombre, creo que nunca entenderás lo que estoy viviendo, porque la ceguera puede más y el pensamiento crítico ha sido desplazado. Varias personas culpan de ello a la digitalización, pero ha sido por el conservadurismo, la avaricia y la religión que se beneficia del dinero de los pobres.

¿Pensabas que el diezmo que pagas va al Paraíso? No me hagas reír. El Paraíso no se compra, ni se vende, ni se regala. Sólo mantienes a un parásito, más conocido como sacerdote, que intenta vender la idea de algo que no existe.

La idea del "Ejército de Dios" es tan estúpida, como deleznable. La humana que me ayuda a escribir éste diario me dijo que existe para que nunca salga a la luz que Gea está recluida en ese lugar.

Cuando te das cuenta de cómo funciona el mundo de los muertos, te desligas de lo que te hizo humano. Ver las almas en pena por todos lados y cómo los demonios intentan consumirlas, no es un panorama tan hermoso o el paraíso que todos creen. Si hubiera realizado la apostasía en vida, créeme que estaría orgulloso de ello y lo gritaría a los cuatro vientos, para que las personas ateófobas me miren con mala cara.

Pero, no sabía lo jodido que está el otro lado de la moneda. El lado B que nadie conoce, ni conocerá, a menos que sean almas en pena que nadie pueda ver o un gato negro que nadie pueda escuchar, más allá de sus maullidos.

Tengo rabia contra el mundo de los humanos. Porque son tan inconscientes y cumplen con todos los requisitos para vivir los peores desastres. Si supieran que la naturaleza no ha sido derrotada del todo, tendrían más respeto con ella. La humana me dijo que una misión me estaría esperando, pero no sé cuál será mi rol.

También, desconozco por qué esa mujer de ojos rojos me observa con tanta fascinación e intenta atraerme a un espejo. No obstante, le dije que no. Nunca pensé que esa simple decisión sería la más dura de mi vida de gato negro.

Diario de un Gato Negro: Las desventuras de VincentWhere stories live. Discover now