Parte IV: Gato de ciudad

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La vida no es justa para nadie. Nada supera a la más justa de todas. Una estadía tan pasajera. Tan lejos, tan cerca de su familia. Nada es para siempre, todo se termina, al igual que la noche y el día. Solloza el sol, la luna se suicida. Pero, ambos tienen en cuenta que vivirán por siempre, aunque uno represente la luz y otra la oscuridad. 

La tranquilidad muere frente a la tristeza. La alegría es efímera, como el agua en el desierto más árido del mundo. Porque la depresión es un volcán de emociones que desmoraliza al que se visibiliza como el más fuerte, en vez de al más débil. Las malas experiencias cambian a las personas... para siempre. 

Si se viven varios fracasos seguidos y continúas caminando, será una victoria seguir con vida. Habrás sobrevivido a una sociedad que te invisibiliza y te juzga por sentir. Por llorar o reír. Las personas dan a entender que no hay que tener emociones.

Pero, ¿te digo algo? En una sociedad tan deshumanizada, sentir es un acto totalmente revolucionario.

No creas que tienes una debilidad, si comienzas a sentir. Es como volver a nacer porque te das cuenta que estás vivo, dentro de todas las experiencias vividas. Vincent Peterson deberá combatir contra sí mismo, para no fallar a la Santa Muerte. 

Algo que será difícil, porque ha vuelto a tener sentimientos. Después de toda la soledad y el sufrimiento, ha logrado continuar viviendo como un gato negro. La vida puede entregar cosas, pero la muerte puede quitar lo más preciado. 

Nada será como antes. La tortura de ser un gato de ciudad y ver a otros gatos morir será un camino duro. No obstante, la reina de los muertos busca revivir a su esposo a costa de la vida de otro ser vivo. Algo que la diosa de la tierra no permitiría jamás, pero ya no está presente y el mundo se transformó en tierra de nadie. 

Diario de un Gato Negro: Las desventuras de VincentWhere stories live. Discover now