Capítulo XXXII

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Trueno Blanco

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Trueno Blanco.

-¿Quién será mi nuevo juguete hasta la muerte?.- Interrumpió una oscura voz.

Los retumbantes pasos y la agitación de los árboles pequeños eran la clara señal de que algo grande se aproximaba a ellos, el crujido de la tierra bajo sus pies se hacía cada vez más cerca, la risa macabra del hablador pronto fué audible en el bosque mientras la niebla se había hecho aún mas espesa casi rozando la oscuridad misma, finalmente un aura cargada de ira y maldad pareció aumentar en frecuencia mientras los observadores habían retrocedido pues los asustados caballos se habían incorporado en dos patas mientras relinchaban del terror.

Los pasos en acercamiento finalmente se detuvieron y el silencio nuevamente reinó en el ambiente cargado de tensión, el herrero había desenvainado su espada apuntando con el filo de la misma hacia los pequeños árboles que aún seguían agitándose mientras el niño rubio se había puesto al resguardo tras la joven quién no había dudado en bajar del caballo debido al comportamiento del mismo siendo también acompañada por aquél entrenado herrero en cuyo rostro se reflejaba la frialdad de la batalla.

-¿Seréis ustedes mi primera comida del día?.- Resonó aquella voz.

Un fuerte estruendo y el crujir de la madera de los árboles al romperse junto con los retumbantes pasos habían liberado, en medio del aura cargada de tensión, a una criatura de no menos de diez metros de altura y cinco de largo, su cuerpo completo emanaba aquél humo negro, bastante similar al de la Quimera que una vez acompañó a la joven en su aventura.

Pero ésta criatura era diferente.

No era una Quimera ni una serpiente.

Estaba apoyada en cuatro patas, poseía una larga y escamosa cola que era agitada con fuerza en el suelo produciendo fuertes crujidos tenía grandes púas en la espalda, esa criatura era de un color completamente púrpura, de complexión similar a las de un lagarto que emanaba un aura asesina por donde se lo veía.

Pero lo peor de todo.

Esa criatura poseía tres cabezas que se asemejaban a las de una serpiente con grandes colmillos, no era una bestia cualquiera ni un reptil común, sin duda.

Era una Hidra.

-¡No respires esa niebla Vio, es veneno.!- Exclamó el hombre armado.

Tanto él como el niño rubio rápidamente cubrieron su boca y nariz con la propia tela rasgada de sus ropas mientras Vio no se había movido de su lugar ni había hecho intento alguno por evitar la niebla.

No era una neblina común, ni siquiera lo que pudiera ser considerado humo, era el aliento morado de la hidra que según se sabía, era un veneno mortal.

Pero la joven no salió afectada pues aquél brillo de sus manos y su aura completa la hicieron resistente al aliento venenoso de la criatura el Trueno Blanco era inmune.

El Trueno Blanco.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz