Capítulo XXXV

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Bajo la lluvia

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Bajo la lluvia.

Y aunque la esperanza para los oprimidos se había dejado ver, la desgracia también se había apoderado de todo pues los grifos sin jinetes eran ahora criaturas apartadas de todo deseo, hasta el final de sus vidas.

Pues eran leales hasta la muerte.

-Señor, ¿Qué hacemos ahora?.- Pronto una voz se dejó ver como uno de los soldados montados a caballo.

-La guerra ha comenzado y ésta vez iremos enserio, pero por ahora regresaremos al pueblo a abastecernos para el viaje y preparnos para la guerra, atacaremos el castillo de Zar en dos meses.- Respondió uno de los líderes del grupo.

Y ante ello, por el tiempo, muchos habían comenzado a dudar.

Pero a la vez se sentían capaces pues aquellas miradas nuevamente habían sido dirigidas a la criatura de blanco, como si imploraran alguna palabra de fuerza o aliento.

Pero el Trueno Blanco guardó silencio, inquieto desde el principio.

Viendo aquella hazaña, Balmir había pensado que lo mejor sería escuchar al líder de los grupos aéreos, se había dado media vuelta nuevamente, guiando a los caballos sin jinete y a los grifos que quedaban, pero sin montar uno sólo pues ese día ellos se hallaban de negro.

Tanto los grifos sin jinete como los caballos, también dudaron en un instante para moverse sino hasta que la misma criatura blanca había asentido, demostrando que lo mejor sería, regresar a casa.

Y aunque todos hubiesen preferido alguna palabra de aquella criatura, más de uno demostró nuevamente su felicidad mientras se acercaban a ella contemplándola con gran asombro como quién ve oro por primera vez pues el brillo que emitía aquél ser, sin duda parecía calmar el espíritu de cada uno.

Mientras la lluvia seguía cayendo.

Los barrosos cascos de los caballos y las botas de los caminantes enterrados en la tierra mojada dejando huellas pronto terminaron por entrar en contacto con hierbas muy verdes, y la primera alma en sentir la cercanía de la misma ciudad de la que habían partido pronto cayó al suelo húmedo, era la misma sombra que ahora se hallaba súmamente débil por obra del cristal que se hallaba en el lugar, ante ello, varios soldados se mostraron satisfechos pues desconfiaban grandemente de aquél ser de la oscuridad y sólo lo toleraban con más tranquilidad en el único lugar donde él dejaba de ser un peligro a la luz del Qarum.

Con jadeos y débiles movimientos, la sombra empapada había intentado inútilmente ponerse de pie hasta que pronto pudo ser capaz de sentir cómo grandes garras afiladas comenzaban a levantar su cuerpo del césped mojado.

Éstas garras sin duda le pertenecían a una criatura, la única que al parecer confiaba en la sombra aún conociendo su peligrosidad.

El Trueno Blanco.

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