Capítulo 2

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Amaneció y apenas pude darme cuenta. Los primeros rayos del sol entraban por mi ventana, me había quedado dormida en el piso, que porquería. Encendí mi celular y encontré los mensajes de Gustavo y otros de Sonia disculpándose. ¿Se lo contó? Golpeé el piso con el puño y me puse de pie lo más rápido que pude, me até el cabello en una cola, me limpié la cara y sin cambiarme de ropa bajé las escaleras. Había gotitas de sangre en el piso y aún estaban los pedazos del jarrón que rompió el rudo de mi hermano en la madrugada. Todo estaba en silencio pero cuando abrí la puerta para salir me encontré con Edmundo que claramente me esperaba en el jardín.

—¿A dónde vas? —estaba cruzado de brazos y no pude evitar mirar sus manos, tenía muchos cortes y él tampoco se había cambiado, incluso su camisa tenía sangre—. De la casa solo sales para ir al aeropuerto y te llevo yo.

—Me voy a despedir de mis amigos, idiota —lo hice a un lado con solo empujarlo aunque claro, él me sujetó del brazo—. ¡Oye!

—Te acabo de decir que no vas a salir, Anahí.

Me empujó hasta que logró meterme a la casa de nuevo, pensé que en verdad había perdido, hasta que vi a Gustavo detrás de mi hermano. Se veía realmente mal, como si hubiera tomado toma la noche, podría jurar hasta que tenía vómito en la remera. Típico en él, beber hasta vomitar o hasta que lo arresten.

—¡Suéltala! —dijo como si mi hermano me estuviera ahorcando o algo parecido.

—No puedo creerlo —respondió él mirando a Gustavo—, de nuevo este loco.

Sin esperar más Gustavo le soltó un puñetazo en la cara que arrojó a mi hermano directo al suelo. Éste se puso de pie casi al instante y se plantó frente a su atacante prácticamente ofreciéndole su otra mejilla. Edmundo puede ser muchas cosas, pero también es valiente, jamás le ha temido a Gustavo, es más creo que no recuerdo que Edmundo le temiera a alguien.

—Adelante, golpéame hasta matarme, dale ese gusto a mi hermana de verme muerto antes de irse, porque no importa lo que hagas, la casa está rodeada de guardias que manda el programa, ella tomará ese vuelo cueste las vidas que cueste.

¡En que programa de locos me inscribió mi hermano! Miré a Gustavo, casi suplicando que no lo haga, que no se meta en más problemas. Por un lado, quería que golpeara más Edmundo y por el otro solo quería que desapareciera de mi vista, ya no lo soportaba.

—Déjalo Gustavo —le dije cuando estaba por golpearlo de nuevo—. En verdad, déjalo.

Me acerqué a él y acaricié su barba de casi un mes, antes me gustaba como se veía, ahora me parece horrendo, intenté pensar en qué fue lo que le vi para que el trabajo de besarlo no sea tan duro, pero no funcionó. Lo besé de todos modos, como si nadie nos estuviera mirando, esperaba que eso lo tranquilizara y así se fuera de una buena vez, él me apretó contra su cuerpo como si intentara meterme dentro de él para que yo no me fuera. ¿Cuánto más iba a durar esto? Me aparté de él y me esforcé para que no viera mi rostro, cada día se hacía más difícil estar cerca de él sin sentir asco.

—Vete —susurré empujándolo lejos de mí.

Apretó los puños al mirar a mi hermano y se marchó incapaz de mantener un paso firme, se tambaleaba confirmando lo borracho que se encontraba. Bien, Edmundo uno, Anahí cero. Observé al borracho hasta que dobló en la esquina, me limpié de la boca el sabor a cerveza que tenía, no puedo creer que Sonia se lo haya contado. Escupí en el césped antes de entrar a la casa, deseaba que esa fuera la última vez que tuviera que besar a Gustavo, empezaba a causarme un malestar que ni yo misma podía creer.

-¿Lo prometes? -Lo prometoWhere stories live. Discover now