Capítulo 33

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La idea de que Tony sea el primero no era desagradable.

De hecho la idea era buena. Me gustaba la idea. Pero al sentir sus manos sobre mis pechos no importó que tan agradable sea, no era capaz. Me separé de él de prisa, intentando esconder mi rostro porque aunque no puedo verme, puedo imaginar cómo me veo. Avergonzada.

—¿Te lastimé? —se oía preocupado y agitado—. Lo siento, yo no quería...

—No... —me apresuré a decir—. Perdóname es que yo no estoy lista, creo que no... no estoy lista para esto.

Su rostro se alojó, como si acabara de ver uno de esos videos de gatitos jugando con estambres. Me sentí aún más avergonzada. Seguro piensa que soy una niña y honestamente no me importa si él lo piensa, es solo que prefiero que no lo haga. Me acomodé en el sofá, intentando hacer más grande mi ropa para cubrirme aún más pero no era posible, así que me resigné acomodándome lo que tenía. Él se colocó a mi lado, rozó su brazo con el mío y pude sentir su piel tibia, se acomodó el cuello de la camisa y recostó su cuerpo en el respaldo del sillón, su cabello estaba alborotado, como nuestras hormonas, supongo.

—No debes pedir perdón —dijo de pronto—. Jamás debes hacerlo, con nadie, tú no tienes que hacer algo que no quieres, no importa de quién se trate, no importa quién te lo pida. Y nunca debes estar con alguien que te haga sentir que debes pedir perdón por esto.

—¿Eso quiere decir que no estás molesto?

Sus manos se entrelazaron con las mías, su sonrisa ya no me hacía sentir avergonzada.

—¿Por qué iba a estarlo? —se acercó a mi rostro, pensé que iba a besarme en los labios, pero no fue así—. No olvides lo que te acabo de decir; no significa no.

Se puso de pie y me ofreció la mano, la tomé sin despegar los ojos de los suyos. No pude evitar pensar en las veces que he peleado con Gustavo por esto, él era intenso, demasiado. Cada vez que yo bebía un poco me decía a mí misma que era hora de hacerlo con él, después de todo era mi novio, después de todo me gustaba y después de todo a mí no me importaba demasiado. O eso era lo que yo creía, porque cada vez que se suponía que debía ocurrir, yo lo empujaba, le decía que no quería hacerlo. Gustavo nunca me ha golpeado, pero miles de veces pude ver en sus ojos que quería hacerlo. Muchas noches me he sentido culpable por eso, por no poder hacerlo y ya. Con el tiempo pensé que no era porque fuera Gustavo, sino porque era yo. Yo no estaba lista y no era malo no estar lista. Me tomó mucho tiempo y peleas entender eso, hasta que lo hice, las oportunidades con Gustavo se siguieron presentando porque él las presionaba y yo siempre las detenía. Ahora, con alguien como Tony frente a mí, en realidad me sentí tonta por pedir perdón. Porque él no me hizo sentir como si tuviera que hacerlo o como si tuviera que disculparme, lo hice por inercia, instinto, reflejo.

—Tony... —me acerqué a su rostro, como él lo hizo conmigo, pero yo sí lo besé—. Eres... gracias.

Mis dedos se entrelazaron con los suyos, volvimos a al comedor. Pensé que sería incómodo, los momentos con Gustavo después de algo como esto eran incómodos. Pero él no es Gustavo y esto no es incómodo. La comida estuvo buenísima, un poco salada para mi gusto pero aún recuerdo el sabor de la comida de su madre, también tenía ese toque pasado de sal, así que creo que es más por costumbre que por error en las medidas. Volvimos a la sala para ver una película, dejó que yo la elija, aunque no la vimos realmente. Los besos que nos dábamos eran menos intensos que los de hace un rato, más dulces.

La película terminó y no nos importó en realidad, me llevó a su habitación, jamás sentí una doble intención de su parte, solo queríamos estar más cómodos. Todo se veía en orden y limpio. Como él.

-¿Lo prometes? -Lo prometoWhere stories live. Discover now