Capítulo 36

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Durante el resto del viernes no tuve noticias de Edmundo. El papá me dijo que eso podía tardarse unos días, incluso semanas y para mí, en el mejor de los casos, unos meses. Por la noche Jacobo, Miranda, Richard y yo salimos a comer unas hamburguesas. Intenté invitar a Oliver, pero dijo que ya tenía planes con sus amigos, supuse que hablaba de Jeff, Lucca y Beatriz, porque Tony debía quedarse en el hospital toda la noche, aunque ahora que lo pienso, seguro que no debía, más bien quería. Empiezo a entender la expresión que usaba la gente para referirse a él: »Su trabajo primero, siempre«.

En medio de la cena, Richard nos contó que Adriana decidió cortar con él porque ahora sale con otras personas y ya no tiene los mismos amigos, se veía desanimado y ninguno de los presentes quería caer en el cliché de: »todo estará bien, vendrá alguien mejor«. Yo, particularmente, era la menos indicada para hablar de sentimientos, amor, parejas, noviazgo y cualquier asunto próximo a lo antes mencionado. Nunca me he considerado buena, pero ahora, definitivamente, menos.

Miranda en cambio habló de sus conversaciones con Marcelo, él está dispuesto a pasarle dinero para el bebé, algo que desató un debate en la mesa.

—Yo no necesito su estúpido dinero —expresó mientras se limpiaba los labios—. Mi hijo tampoco.

—Él no debe pasarte dinero porque tú lo quieras o lo necesites, debe pasarte dinero porque es su obligación —dijo Richard.

—Él tiene razón —apoyó Jacobo—. Debe hacerlo.

—¿Ustedes lo ven siendo padre? Qué horror —murmuró metiéndose papas a la boca.

—Bueno... —alargó Richard haciendo lo mismo—. Tampoco te veía cogiendo con él, pero la vida tiene sorpresas.

Aunque eso me causó gracia, me contuve. Y más aún al ver que a Jacobo la idea le pareció más desagradable que chistosa. Luego de que Miranda le arrojó servilletas sucias como respuesta, la cena continuó. En todo ese tiempo recibí varios mensajes de Tony, en uno de ellos preguntaba si mañana podíamos almorzar juntos. También me contó que iría a acampar con sus amigos, algo de una noche. ¿Oliver y Tony acampando? ¿Eso era posible?

Volvimos a la casa luego de dos horas de hablar sin parar. Antes de subir a mi habitación fui a la cocina por agua, la comida con mucho condimento suele desatar en mí una sed insoportable. Cuando me dirigía a la sala, para subir las escaleras escuché voces. Pensé que era Miranda hablando por teléfono, pero cuando me acerqué aún más, escuché con más claridad la otra voz, Jacobo.

—No me gusta mentirle —dijo él—. Es la mejor amiga que he tenido en mucho tiempo y ella es sincera conmigo.

—No estamos mintiendo. Ellos no hacen la pregunta correcta, si la hicieran y nosotros lo negáramos, eso sería mentir.

—¿Qué me estás diciendo? —no estaba enfadado, tampoco triste. Su tono de voz no me dice algo concreto—. Quiero decírselo.

—Cariño, no.

¿Cariño? ¿Le dijo cariño? Pegué mi cuerpo contra la pared intentando escuchar más. Pero no se oían palabras, era más bien ese sonido que provocan los labios cuando se besan. Cuando se besan como si no hubiera un mañana. Quise golpear mi cabeza contra la mesada. Jacobo está saliendo con Miranda y no me lo dijo. ¿Cómo es posible que no me dijera algo como eso? ¿Desde cuándo? No debe ser mucho tiempo, esto es reciente. Algo empezó a vibrar sobre la mesada de la cocina, segundos después, empezó a sonar una campana, me tiré hasta el celular intentando hacer callar la llamada, pero ya había sonado lo suficiente, me senté en uno de los taburetes con el celular en la mano, simulando leer mensajes. Ellos no tardaron en llegar.

-¿Lo prometes? -Lo prometoWhere stories live. Discover now