Capítulo 25

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Cuando el examen terminó yo sentía mi corazón en la boca. La siguiente clase empezó casi al instante, así que Jacobo y yo no tuvimos tiempo de comparar respuestas, él se veía relajado, como si no hubiera respondido el examen de historia más largo de toda la existencia. La campana de salida sonó y la profesora entró a la clase con una carpeta. ¿Iba a darnos las calificaciones? Tomamos asiento de nuevo y ella empezó a llamar a cada uno, cuando llamó a Jacobo por primera vez desde que el examen acabó, lo vi sudar. No le culpo, son los parciales, si nos va mal, tendremos que hacer un total de puntos en el final. Bueno, él. Si a mí me va mal, estoy jodida.

—Abellán Anahí.

Me levanté del pupitre con torpeza, caminé hasta ella apretando y aflojando los puños. No importaba si quería ser positiva o no, mi nota ya estaba escrita. Tomé el papel y salí del salón sin mirar la calificación. Jacobo me esperaba en el pasillo.

—¿Cuántos puntos? —preguntó apenas me vio.

—No lo sé, aún no miro —susurré atragantándome con mi propia saliva.

El examen era de cincuenta puntos. Yo debía hacer al menos cuarenta y dos puntos para decir que pasé con buen puntaje. Jacobo se acomodó a mi lado para ver la puntuación conmigo, levanté la hoja y apenas lo vi me di cuenta que estaba conteniendo el aire, un suspiro de alivio hizo que me relajara.

—¡Cuarenta y cinco puntos! —exclamó Jacobo abrazándome—. ¡Ana eso es genial, es perfecto, te irá de maravilla en el examen final!

—Si —mi risa era nerviosa pero sin duda feliz—. ¿Tú cuantos puntos hiciste? —me mostró la hoja y yo rodé los ojos divertida—. Claro, total de puntos, sabelotodo.

Oliver no fue a buscarme, ya lo esperaba. Jacobo me acompañó hasta la casa de los Carreira, íbamos a estar juntos un rato y luego su hermana pasaría por él al acabar su examen. Fueron muchas cuadras, demasiadas, pero ir con alguien lo hacía más fácil. Hablar con Jacobo era genial, siempre teníamos algo qué decir.

—No pienses que lo he olvidado —dije mirándolo—. Aún no me dijiste cuál es el circulo de Tony.

—Oh vaya —suspiró—. Tony no sabe tener novias, a él siempre lo ven con chicas pero ninguna dura.

—Ya he escuchado eso, pero quiero saber porqué.

—Él tenía una novia, la primera, ella lo dejó y al parecer eso supuso un trauma para él, después de esa relación él no volvió a ser el mismo, nadie sabe qué ocurrió entre ellos, pero el caso es que ella se marchó y nunca se volvió a saber de ella en el pueblo.

—¿Y eso cuando pasó?

—Hace unos seis años.

—¿Seis años? —exclamé—. Tony habrá tenido unos ¿dieciséis?

—Sí y ella veintiséis —aclaró—. Era su tutora, su mentora, su jefa, como le quieras llamar.

No supe qué responder, llegamos a la casa de Oliver y cuando entramos lo vimos sentado con Florencia viendo la televisión, no parecía molesto, hasta que vio a Jacobo. Su sonrisa de borró de pronto y le dijo a su hermana pequeña que subiera a su habitación, ella obedeció sin oponerse un solo instante.

—¿No tienes casa o qué? —se cruzó de brazos y de nuevo sentí ganas de ahorcarlo.

—¿Tú no tienes una vida o qué? —Jacobo no iba a achicarse, era evidente.

—No sé si recuerdas que fuiste la causa de que Miranda y Candelaria dejaran de hablarse, no puedes estar aquí.

Así que Jacobo si sabía de los sentimientos de Miranda, Ahora si podré abordar el tema más cómoda. Ahora que lo pienso, él no hizo preguntas con respecto a lo que escuché de Miranda en la mañana. No preguntó si era verdad, no preguntó de quién era el hijo, actuó como si no lo hubiera escuchado.

-¿Lo prometes? -Lo prometoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt