Capítulo 31

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Jacobo daba golpecitos a su cuaderno con la cola de su bolígrafo, tenía el mentón apoyado en su mano libre y me observaba como si me estuviera diciendo algo, pero su boca no se movía en absoluto. Cuando hace eso me pregunto a mí misma si sigue siendo buena idea que le cuente lo que ocurre con Oliver. Rodé los ojos y le di la espalda, no quería continuar contemplando sus ojos entrecerrados que gritaban "tonta, tonta, tonta, tonta".

—Oye...

Levanté el dedo índice para hacerlo callar, su tiempo se había agotado. El profesor entró al salón de clases como una serpiente, apenas saludó y empezó a escribir un montón de oraciones en la pizarra que para mí no tenían sentido alguno. Durante toda la clase me mantuve en silencio, pensando en preguntas aleatorias que podrían salir en el examen. Cuando llegó la hora del recreo caminé en dirección a la puerta, Jacobo no tardó en colocarse a mi lado. Hablar con él era una opción. Aunque ignorarlo también era una opción.

El recreo, el examen y las últimas clases pasaron frente a mí como en cinco minutos. Le mencioné a Jacobo que Tony iba a buscarme, no parecía muy convencido pero prefirió votar por la paz, así que solo sonrió y me deseo buena suerte. Salimos del instituto y nos colocamos bajo la sombra de un árbol, ese lugar siempre está ocupado por alguna pareja besándose, así que era todo un milagro estar allí.

—¿Entonces qué? —preguntó Jacobo metiendo las manos en sus bolsillos—. ¿Lo harás con Tony?

—¿Quién es Tony?

Al escuchar esa voz sentí que el cuello se me tensaba, un cosquilleo me recorría la espalda y mis labios se partían de lo secos que estaban. Giré con tanta lentitud que podría clasificarse la escena como una de terror. Y así era.

Verlo allí frente a mí, con barba, el cabello ligeramente más largo que la última vez que lo vi, los brazos caídos a los lados y los ojos entrecerrados era sin duda alguna, una escena de terror. Las manos me temblaban y tenía tanto calor que me molestaba el uniforme. No sé cuánto tiempo pasó o si había respondido o no. La mano de alguien se colocó a la altura de mi cintura, miré a mi derecha y allí estaba Jacobo, su rostro mostraba preocupación, su mochila ya no colgaba de su espalda y parecía que su rostro se acercaba cada vez más a mí.

—Ana —dijo mi amigo y entonces volví a ser consciente—. Maldita sea no me asustes de esa forma.

—Yo... lo siento, es que yo no...

—No esperaba verme —la voz sonó de nuevo y comprobé que no se trataba de un sueño—, ésta mañana yo tampoco podía creer que estaba aquí.

—¿Qué haces aquí, Edmundo?

—¿Edmundo? —repitió Jacobo mirándolo de pies a cabeza—. ¿Él es Edmundo?

—Oh, vaya, debes hacer cola si quieres un autógrafo —bromeó, algo que no hace muy seguido—. ¿Tú eres...?

—Jacobo —respondió el rubio aceptando el apretón de manos—. He escuchado algo de ti.

—Maravillas supongo —murmuró, dos bromas seguidas—. Entonces... ¿Quién es Tony?

—Yo soy Tony —el corazón me dio un brinco y miré sobre el hombro de mi hermano, Tony estaba parado detrás de él con una sonrisa sin imaginarse a quién le había respondido—. ¿Quién pregunta por mí?

—El hermano de la chica con la que aparentemente tendrás sexo.

Edmundo le extendió la mano a Tony y éste no fue capaz de moverse, tenía los labios separados pero se veía atontado. ¿Yo me vi así hace unos minutos? Tony terminó por aceptar el saludo aún sin pronunciar siquiera una vocal. Me coloqué a su lado y lo sujeté del brazo. Edmundo y yo nunca nos hemos referido al sexo como si fuera una grosería, pero por supuesto que nunca hemos compartido ese tipo de información, ni ninguna otra información sobre nada en realidad.

-¿Lo prometes? -Lo prometoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora