Capítulo 7

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Luego de unos diez minutos hablando de promedios, calificaciones, proceso, trabajos, exámenes y un millón de cosas más, por fin pudimos salir de ahí, volvimos a caminar juntos por los pasillos, donde él le pasaba la mano a unos cuantos y le sonreía a alguna que otra chica, cuando subimos al auto me habló:

—Me alegra que hayas tenido un buen día —de nuevo esa sonrisa—. Quiero enseñarte algo.

—¿Y tus hermanos? —pregunté—. ¿No hay que esperarlos?

—Miranda toma clases de refuerzo en física por las tardes, Florencia ya está en clases de actuación y Richard ya está en casa.

—¿Y tú? —pregunté.

—Tengo clases hasta las tres de la tarde.

—Es la una de la tarde.

—Así es —dijo sonriendo.

—¿Te escapaste de la universidad? —pregunté sin poder ocultar mi asombro.

Sonrió y me hizo un gesto de silencio, no pude evitar reír, así que volteé la cabeza para que no me viera.

—¿Otra mentira?

Se encogió de hombros y aceleró. ¡Debe ser una broma! ¿Dónde demonios quedó el Oliver que conocí el domingo?

—¿Por qué de pronto empiezas a mentir?

—No le estoy haciendo daño a nadie.

—¿De verdad nunca le has mentido a tus padres?

—No creo que exista alguien que nunca haya mentido, todos mienten, unos más que otros, pero todos mienten.

Rodé los ojos y me reí, él torció los labios formando una modesta sonrisa.

—Vaya que soy una mala influencia.

—Muy mala —aportó.

—¿A dónde vamos? No me estarás llevando a esos lagos con cascadas rodeadas de flores y conejos blancos que se ve en las películas ¿verdad? Porque si es así preferiría no ir, tu mamá me dejó una lista de cosas por hacer.

Oliver soltó una carcajada que me contagió, por primera vez desde que llegué lo oigo reír en serio, nada de sarcasmo, nada de ironía, ésta vez fue en serio, negó con la cabeza y me miró brevemente para luego volver a enfocar la vista en el camino.

—No, es algo mejor —dijo—. Tranquila, tendrás tiempo de hacer lo que mamá te encargó.

Poco después llegamos al dichoso lugar. Bajé del auto y miré lo que tenía en frente, desde donde estábamos podíamos ver absolutamente todo el pueblito, era más grande de lo que yo me imaginaba y aunque no era lo que tenía en mente debo reconocer que sí tenía una vista jodidamente linda.

—No hay un lago rodeado de flores pero si hay flores.

Miré en dirección a donde estaba apuntando y me reí. Era como un pequeño campo de girasoles, no pensé que un pueblo como este iba a tener algo así, el viento estaba agradable y como había muchos árboles teníamos sombra y eso era genial porque el día estaba bastante caluroso.

—Traje algo para comer —sacó del auto unas bolsas de papel y dos botellas de soda—. ¿Te gustan las hamburguesas?

—¿Con papas?

-¿Lo prometes? -Lo prometoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora