Capítulo 49

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Me acomodé el cabello a un lado para que Oliver pudiera subirme el cierre del vestido. Apoyó su mentón sobre su hombro y me besó el cuello repetidas veces. Sus manos descansaban sobre mi vientre, cuando Alexander cumplió cuatro años, intentamos tener otro hijo, pero ya no se dio. Así que lo dejamos, después de todo no podíamos pedir más, Junior era un chico excelente, acaba de cumplir los dieciséis años, conocimos a su primera novia hacía unas semanas, Violeta, era muy bonita, pelirroja, con muchas pecas en todo el rostro y sobre todo una personalidad explosiva; era ocurrente, espontánea, divertida y tal vez un poco alocada. Era un gran contraste para Junior, que era más sereno y callado, como Oliver cuando tenía esa edad, según me contaban. Pero sin duda alguna, entre mis tres hijos, fue él quien sacó mi pasión por la cocina, le encantaba ayudarme a cocinar, incluso dejé que me preparara la mezcla para los pasteles de un evento y le salieron deliciosos, esponjosos y nada secos, entonces permití que fuera de vez en cuando a la cocina del trabajo para ayudarme, pero sobre todo a aprender. Evelyn decidió seguirle los pasos a su tía Florencia, que ya había protagonizado más de cinco películas y estaba en la tercera temporada de su serie de televisión, que trataba sobre una mujer que descubrió que podía controlar las emociones de las personas. Evelyn había asistido a clases de teatro musical desde los seis años y con la casi adolescencia encima, no era extraño que el colegio pasara a segundo plano. Tenía doce años y sumados los terribles cólicos menstruales que sufría, más la obsesión con una banda musical de chicas, Oliver y yo llegamos a la conclusión de que era más difícil lidiar con ella que con Junior o Alexander. Ella era revolucionaria, si no le gustaba algo o pensaba diferente, lo decía sin más. En una oportunidad se metió en problemas en el colegio porque uno de sus compañeros le dijo que su tío Richard "era un puto degenerado". Ella le planto tremenda bofetada que cuando Oliver y yo llegamos aún pudimos contar los dedos de nuestra hija en la mejilla del niño, del odioso niño. Al final, él se disculpó por decir aquello y ella se disculpó por el golpe, aunque nosotros lo sabíamos, no lo sentía en absoluto. Cada vez que Florencia veía de visita, ella le hacía un millón de preguntas que mi cuñada, con mucho gusto le respondía. Alexander era otra historia, metido en los libros todo el tiempo, se había leído cada historia escrita por su padre, los más de quince títulos publicados. A su corta edad se había tragado clásicos con los que yo aún batallaba por acabar y unos libros de poesía que en mi vida hubiera hojeado. Sus calificaciones eran buenas de punta a punta y era pésimo en los deportes, educación física era la materia que peor llevaba, a él el ejercicio solo le gustaba cuando salía a caminar con Junior y Oliver por las tardes del sábado, mientras Evelyn y yo hacíamos otras actividades como bailar eufóricas con la música a todo volumen de su banda favorita o veíamos películas mientras nos arreglábamos las manos y los pies y algunas veces, le hacía unas mechas de colores que a ella le encantaban.

—Lo estamos haciendo bien —susurró cuando nuestras miradas se encontraron en el espejo—. Tenemos los mejores hijos del mundo. Y es gracias a ti, a tu entrega de cada hora, cada día.

—Y a ti —sonreí dándole un beso en la mejilla—. Porque jamás podría hacerlo sola.

—No tendrás que hacerlo sola nunca, mi amor.

Era el cumpleaños número sesenta y cinco de Paul, la fiesta que se organizó fue impresionante, con una cantidad de lujo que yo ya estaba acostumbrada a ver en fiestas, y el hecho de que sea mi suegro, el papá del hombre con quien llevaba más de veinte años, ya no era chocante como al principio, con los años había ido asimilando la realidad de la cuenta bancaria de los Carreira y como no me importó en un principio, seguía sin ser algo relevante. Ellos podían tener muchos ceros menos y para mí, seguirían siendo las personas maravillosas que me salvaron la existencia. Me aseguré de que cada plato, bocadillo o postre que se comiera esa noche, fuera de la más alta calidad.

-¿Lo prometes? -Lo prometoWhere stories live. Discover now