Capítulo 40

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Han pasado apenas unos segundos desde que le dije lo que pensaba a Tony, él estaba frente a mí, mirándome, tal vez intentando entender a qué me refería con "deberíamos dejarlo". Lo único que podía esperar ahora, era no arrepentirme. Tony soltó un suspiro, se desplomó en el sofá como si acabara de quitarse un peso de encima. Segundos después, mientras yo estaba sumergida en un mar de confusión él me sonrió y tomó mis manos entre las suyas.

—Me dieron la beca —dijo.

Solté un grito agudo y no pude evitar enrollar mis brazos en su cuello. Murmuraba un montón de felicitaciones que en mi cabeza tenían sentido, pero no estaba segura si estaba pronunciado al menos una oración coherente.

—Es el rompimiento más extraño que he tenido en toda mi vida —dijo asintiendo con la cabeza, mientras se reía—. Pero, iba a decirte lo mismo, me llamaron hace unos días para decir que volverían a revisar mi caso, ayer en la mañana me llegó el correo de confirmación.

—¡Tony eso es genial! —volví a abrazarlo—. Muchísimas felicidades, te lo mereces. ¿Quién más lo sabe?

—Nadie, no quiero decírselo a nadie antes de hablarlo contigo, entenderás que debo irme lo antes posible y... no quería que nosotros, ya sabes, que esto acabe mal.

—¿Entonces... estamos bien? —pregunté, quería asegurarme, una sonrisa se formó en su rostro y entonces la que soltó un suspiro de alivio fui yo—. ¡Tony!

—Estamos bien linda —me dio un beso en la mejilla—. No se lo digas a nadie, hay unos detalles que debo arreglar en el hospital, no quiero fiestas de despedida ni nada que se le parezca, soy pésimo para esas cosas.

Volví a abrazarlo. No quise hacerlo, pero no pude evitar las lágrimas. Él tiene la oportunidad de ir a hacer lo que le apasiona, de crecer como profesional, como hombre, como persona. Dio varios besos a mi cabeza, mientras son movíamos lentamente de un lado a otro. Sabía que decirle a Tony lo que le dije sería duro, pero él terminó sorprendiéndome más a mí. Él recibió una llamada del hospital, así que no tuvimos mucho tiempo para comer. Él se veía tranquilo, me dijo que la llamada era precisamente para arreglar unos documentos y cuando los tuviera, podría anunciarlo oficialmente.

—¿Te veré antes de que te vayas, verdad?

—Te lo prometo, linda.

Le di un último beso en los labios, uno corto, el último, noté que lo tomé desprevenido, pero no le pareció una sorpresa desagradable. Fui hasta la puerta de la casa de los Carreira y él esperó a que yo entrara para irse. La casa estaba en silencio, Miranda no estaba en el sofá viendo la televisión, algo que me pareció extraño. Hice los deberes que me correspondían, lavé los cubiertos, acomodar las vasijas, cargar el lavarropas y planchar un par de prendas. Lo de planchar aún no lo domino, pero creo que voy en buen camino, tal vez deba pedirle consejos a Richard, él lo hace muy bien.

Subí a mi cuarto para hacer deberes, en un par de semanas deben entregar el boletín de calificaciones y sabré como me fue en realidad. Algunos profesores me han dado más de dos trabajos extras, ya que entré a ese colegio con un bajo porcentaje de proceso, debo reconocer que han sido muy buenos conmigo en ese aspecto. Y en todos, honestamente.

A las 17:30 bajé a la cocina para comer, tenía ganas de un sándwich. Cuando llegué, vi a Richard apoyado por la mesada, con sus manos apretaba el borde, tenía la cabeza agachada, así que no me vio entrar. Me coloqué frente a él, exactamente en la misma posición, solo entonces levantó la cabeza y se sobresaltó.

—¿Dónde estabas? —pregunté abriendo el refrigerador para sacar tomate y lechuga—. No estabas cuando llegue.

—Salí —respondió encogiéndose de hombros—. ¿Me preparas uno?

-¿Lo prometes? -Lo prometoWhere stories live. Discover now