Capítulo 41

295 44 4
                                    

Los siguientes días fueron algo confusos. Sea lo que sea eso que tenía con Oliver me hacía sentir incómoda cuando cualquier miembro de su familia se acercaba a mí mientras estuviera sola. Miranda por ejemplo, en una oportunidad se sentó a mi lado a ver una película en la sala, pensé que me preguntaría que fue aquello con Oliver, pero no ocurrió, ella solo se concentró en la película y cuando esta acabó, me pidió que fuera a su habitación para mostrarme muebles y ropa para el bebé, al principio el bebé iba a dormir con ella en su habitación, ya que la única habitación disponible que solía haber en la casa, la estaba ocupando yo, pero con la mudanza de Oliver, esa habitación estaba libre y aunque al chico le costó desmantelar completamente su cuarto, porque todavía tenía su escritorio, su cama y otras cosas, luego de un par de ruegos de parte de su hermana y su madre, decidió llevarse todo a su nueva casa.

Richard era un asunto completamente distinto. Cada noche va a mi cuarto y nos quedamos acostados uno al lado del otro. Algunas veces en silencio, algunas veces parloteando. Normalmente no soy yo la que saca el tema de Felipe, dejo que él lo haga. Si quiere hablar de ello lo hará y si no, pues está en su derecho. Pero las veces que lo ha mencionado, que no fueron tantas, me dijo que hablaban muy seguido y que se han visto un par de veces después de la escuela cuando se suponía que estaba en sus clases de natación. También me contó que Adriana ahora tiene un novio que aunque a él no le agrada, parece que la trata bien, ellos han dejado de hablar completamente, ella lo decidió así. El hecho de que Adriana ya no venga a la casa o que Richard no vaya a la suya, ha sido una incógnita enorme para sus padres, pero cuando él les dijo que ni siquiera él sabía porque se habían distanciado, ellos optaron por no volver a preguntar.

La mamá es quien más se ha centrado en la habitación del bebé, en un par de semana sabremos el sexo, las apuestas empezaron con Florencia diciendo que sería niña, Paúl dijo que sería niño, Richard prefirió no apostar, Oliver dijo que niño y yo dije que niña y aunque el premio era solo ganar y ya, fue divertido pensar en eso mientras cenábamos pizza con una película de fondo que ya nadie estaba mirando. Oliver me lanzaba miradas de pronto, ya que estaba sentado del otro lado y mientras Florencia en mi regazo gritaba que le daría su ropa de cuando ella era bebé y que le enseñaría a actuar.

—No te tardes —murmuró el papá una vez que todos había subido, solo quedábamos él, Oliver y yo.

—¿Me estás echando de mi propia casa? —murmuró él entre risas.

El papá no respondió, subió las escaleras y volteó solo una vez para vernos antes de perderse en el pasillo, cuando Oliver se aseguró de que escuchó la puerta cerrarse, se abalanzó sobre mí tumbándome en el sofá para besarme, lo recibí con ganas. Sus manos me sujetaban la cintura y las mías enroscaban su cuello. Olía tan bien, sus labios cálidos, ya me había acostumbrado a ellos. Dejé que se subiera sobre mí y que besara mi cuello.

—Te extrañé hoy —susurró escondiendo su rostro en mi cuello.

—Me quedé para ver jugar a Jacobo —susurré enredando mis dedos en su cabello—. Le ha ido muy bien, metió dos goles.

—¿Sabes quién más sabe meter goles? —murmuró bajando los besos a mi hombro.

—Ay no puede ser —la voz de Richard nos sobresaltó, Oliver se apartó de mí y yo me senté acomodándome las blusa—. Ella tiene un cuarto, carajo y tú una casa entera, diviértanse en serio.

El chico desapareció en la cocina, para luego volver a la sala con un vaso de agua. Nos miró por última vez y subió a su cuarto cerrando la puerta lo suficientemente fuerte para que nosotros escucháramos. Empezamos a reír, es verdad, hay una cama completa a nuestra disposición ahí arriba. No hemos tenido relaciones aún, principalmente porque no hemos tenido tiempo y estoy segura que hoy tampoco pasará, de todas formas fuimos a mi cuarto tomando de la mano y dándonos besos en las escaleras, él cerró la puerta con seguro y se metió debajo de las sábanas conmigo. Nos colocamos de costado, él abrazándome la espalda, dando besos en mi cuello y haciendo círculos con los dedos sobre mi vientre, sus manos estaban tibias y nuestros cuerpos estaban tan pegados que no tardé en sentirlo entusiasmado, aquello me hizo sonreír, él me abrazó con más fuerza pero sus caricias no avanzaron.

-¿Lo prometes? -Lo prometoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora