Capítulo 15

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Lo único que quiero hacer, en cuanto abro la puerta de la pieza, es romper todo lo que encuentre.

Entonces, recuerdo que este no es mi hogar y procuro calmarme. Por supuesto, no tengo éxito: pateo la base del sofá y comienzo a gruñir, mientras que mis puños se alzan de arriba a abajo. Escucho otro gruñido que no es mío, y me doy cuenta de que es Lala. Ella lanza un ladrido, como mandándome una advertencia.

Parece querer competir contra mis gruñidos. Le doy la espalda, ignorándola. Junto mi ceño fruncido con mi pulgar y mi índice e intento concentrarme en mi respiración.

Los calificativos de Ethan vienen a mi mente.

Putos asesinos. Grupo de maleantes. Hija de puta. Pendeja.

Los tres últimos desaparecen.

Putos asesinos.

Una vocecita en mi mente clama mi atención.

¿Y si realmente soy una asesina?

Recuerdo a Eve y lo cerca que estuve de matarla.

Recuerdo a los abnegados, muertos alrededor de ella.

Yo fui su verdugo.

En el pasado, Erudición le dio poder a mi paisaje de miedo para adquirir formas. Ahora, ellos han logrado que mi personalidad errática se saliera de mi control.

Grito con tanto enojo que hasta Lala no me responde y solo se queda mirándome, asustada.

Si tan solo tuviera un erudito en mi delante, descargaría toda mi ira contra él.

Entro a la cocina. Hay una pequeña alacena de cuatro cajones y los abro todos.

En el cuarto cajón, encuentro tres cuchillos.

Cojo uno. Cierro los cuatro cajones y voy directo al baño.

Cuando entro y echo seguro a la puerta, dejo el cuchillo encima del lavabo y procedo a quitarme el polo negro de manga larga que tenía puesto y luego el brasier. Le doy la espalda al espejo del lavabo y lo veo de nuevo: el horrible ojo de Erudición mirándome, retándome.

Cojo el cuchillo. Me vuelvo a dar la vuelta y observo ese ojo, mientras apunto el cuchillo hacia él. Finalmente, cierro los ojos y hundo la punta con lentitud.

No siento nada al principio; ni siquiera he proferido algún sonido de dolor. Abro mis ojos y le echo un vistazo: el corte es muy pequeño.

Alzo el cuchillo de nuevo y, esta vez, lo deslizo por un costado, de modo que pueda hacer un corte horizontal y más profundo.

Quiero que ese tatuaje desaparezca para siempre.

Aún continúa reconocible. Realizo un tercer corte y, finalmente, mi tatuaje luce arruinado: pareciese como si el ojo estuviese llorando sangre. Los hilillos de sangre se deslizan por la parte baja de mi espalda, mientras que yo sorbo un sonido de ardor.

Me quedó inmóvil, sin saber qué hacer.

Te estás castigando por lo que hiciste ¿no es cierto?

No estoy segura si esto es un castigo. Puedo desangrarme completa y eso no tendría comparación con la sangre abnegada que he derramado por culpa de mi antigua facción.

Miro de nuevo el tatuaje. Está embarrado de sangre, pero lo que preocupa más es que conseguí mi cometido: me he hecho una herida, con altas posibilidades de convertirse en una cicatriz.

La VengadoraWhere stories live. Discover now