Capítulo 26

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Antes de la Prueba de Aptitud, me encontraba bastante confiado. Creí, con orgullo, que mi resultado sería el esperado y que saldría pintando de ahí.

La historia cambió cuando bebí ese suero.

Tenía que elegir entre el queso y el cuchillo. No obstante, sucedió aquello: la voz que me exigió a hacer esa elección era inconfundible.

Era la voz de Jeanine Matthews. Nunca seguiría lo que me dijera esa mujer, por lo que decidí elegir ninguno de los dos.

Después, apareció ese perro. Nunca había visto uno en el pasado, pero me fascinó, a pesar de su rabia. No lo miré a los ojos: no quería que me detectara como una amenaza. Incliné mi cabeza y no me moví. El perro me olió con apremio pero no me atacó.

Todo iba bien.

Hasta que apareció esa niña.

Mis instintos fueron instantáneos pero impredecibles, incluso para mí. Corrí lo más rápido que pude y empujé a la niña por un costado de modo que el perro solo tuviera como presa mi cuerpo. Sabía que vendría el dolor...y, al mismo tiempo, esperé que no viniera. Era un deseo atado a mi mente ante una remota posibilidad de que nada de esto podía ser real.

El dolor no llegó.

Lo siguiente que recuerdo fue la biblioteca.

El lugar estaba vacío, y la única persona que se encontraba en ella era una mujer gorda y morena que leía con atención un libro que se encontraba en la mesa. Yo me acerqué con lentitud, inseguro de cómo proceder. Sin saludarme, la mujer me mostró la página de su libro y me señaló una imagen.

Era la fotografía de una mujer blanca, distinta a ella.

—¿La conoces? —me preguntó.

Nunca la había visto pero, al mismo tiempo, tenía el presentimiento de que sí la conocía, como cuando ves la imagen en un libro e intentas recordarlo varios años después.

La señora me miró con fiereza. Mientras tanto, yo tenía el presentimiento de que algo malo me ocurriría si le decía la verdad.

Pero mi respuesta fue automática y cien por ciento predecible.

—No conozco a esa mujer en persona, señora —dije con convicción—. Pero siento una extraña sensación de que sí la he visto antes. No sé cómo explicarlo...

Entonces, la mujer se transformó.

—¡Tú la conoces! —gritó, enloquecida— ¡la conoces!

Después de eso, sacó un cuchillo y se lanzó hacia mí.

*****

Cuando la mujer abnegada que evaluó mi prueba acabó, su rostro se volvió irreconocible a mi vista. Ya no estaba tranquila y educada como cuando entré.

Estaba aterrorizada.

—¿Qué ocurre? —pregunté, inquieto— ¿Cuál fue mi resultado?

Ella me contestó, dándome la espalda:

—Joven Delta, usted ha obtenido un resultado indefinido —dijo; las palabras le salían a borbotones por la boca.

—¿Y eso que significa?

—Usted solo ha descartado tres de las cinco facciones existentes.

Hice la resta correspondiente. Me tapé la boca, intentando esconder mi asombro.

La VengadoraOnde histórias criam vida. Descubra agora