Capítulo 34

13 2 0
                                    

Cuando vuelvo abrir los ojos, mi vista está mejorada.

No me duele el cuerpo. Tengo el cabello húmedo y el cuerpo fresco; mi ropa está limpia. Juraría que me he bañado en una tina de agua tibia, en lugar de haber sido sometido a un brutal experimento.

¿Qué me han hecho?

Un soplo de aire choca contra mi nariz.

Parpadeo. Hay un sonriente rostro familiar a escasos centímetros de mi cara.

Si me muevo un poco más, podría llegar a besarla.

Doy un respingo y resoplo del susto.

—¡Estás vivo! —Es la niña más grande. Una enorme y perlada sonrisa ilumina su rostro.

Estoy de nuevo en la celda, echado en una de las camas bajas.

La niña se aleja mientras me deja sentarme. Mis compañeros divergentes están rodeándome.

—¿Estás bien, cariño? —.Esa es Sarah. Acaricia mi cabeza para luego besarme la frente.

—Yo... —mi voz no está ronca. ¿He estado soñando?—. Creo que estoy bien.

Después, recuerdo la simulación y todos horrores acontecidos en ella.

No. Eso no ha podido ser producto de mi imaginación.

También recuerdo la voz que escuché antes de caer inconsciente, diciéndome aquellas frases misteriosas.

Eso pude haberlo soñado.

Espera. Si lo hubiese soñado, no tendría el cuerpo relajado.

Alguien me inyectó un sanador.

—Cuando te trajeron aquí, pensamos que estaban trayendo un cadáver —dice Jeff, ofuscado—. Si no fuera porque no olías a descomposición, habríamos pensado...

—Jeff —reclama Frederick—. Cállate.

—Te trajeron y te tiraron como un costal de papas —me explica Aaron—. Bueno, sí. Creíamos que te habían matado.

Siento la punta de un frío vidrio en mi mejilla. La niña grande, quien ha estado sentada al borde de la cama todo este tiempo, me está tendiendo un vaso.

—¿Agua? —pregunta.

—Gracias.

Cojo el vaso con agua y tomo todo su contenido de un porrazo.

Mm. Incluso un insulso sorbo de agua me sabe bien.

Todo gracias a la misteriosa chica del sanador.

¿Quién eres?

Frederick resopla.

—¿Y bien? ¿Qué es lo que ocurrió? —exige saber.

Cuando acabo el vaso, se lo paso a la niña a mi lado, quien se levanta para regresarlo a la bandeja. No obstante, no tarda en regresar, interesada también en mi historia.

Evito contar la parte en la que Ella me confrontó y solo les cuento los detalles de la simulación, los miedos que me obligaron a enfrentar. Mis compañeros divergentes me preguntan acerca de por qué probarían un suero de terror, pero no tengo la respuesta para esa pregunta. Tampoco deseo analizar esa información y se lo hago saber a los demás divergentes.

Me dejan solo.

Hay ciertos dolores que la medicina de Erudición no puede curar.

Escondo mi cara en la sábana y dejo que las lágrimas corran por su cuenta.

La VengadoraWhere stories live. Discover now