Capítulo 42

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Killer y yo cerramos nuestras casacas y agachamos la cabeza, de modo que consigamos esconder nuestra identidad ante las cámaras de Erudición. Alzamos las armas, a la espera de los disparos.

No llegan.

Killer encuentra la salida de emergencia en el lateral izquierdo de la Sede. Empuja y, para nuestro alivio, se encuentra abierta.

Hemos tenido suerte hasta este momento.

Solo esperemos que nos dure un poco más.

Subimos las escaleras a una velocidad apresurada. Nos dirigimos al segundo piso y nos movilizamos con sigilo.

No hay ningún Traidor por los alrededores. Sin embargo, el Centro de Investigaciones, ubicada a nuestra derecha, está siendo concurrida por un grupo de eruditos. Es la cantidad de personas que habría en un día normal.

Ninguno parece alarmado por algo. Todavía.

—¿Valdría la pena...? —pregunta Killer, inseguro.

Suspiro.

—Tal vez haya muchos eruditos leales a Erudición dentro de esas personas, pero son ellos los que saben cómo detener diversas epidemias, entre muchas otras cosas. No podemos darnos el lujo de dejar que mueran.

Es muy difícil verlos como personas. Es más sencillo observarlos como instrumentos.

Un erudito sale del Centro, abstraído por un tablero de anotaciones.

Es viejo. Viejo y débil.

Y con probables inclinaciones eruditas tradicionales.

Parece ignorar que lo estamos siguiendo hasta que me pongo a su lado y apunto la boca de mi arma a un lado de su vientre.

El hombre se detiene.

—No necesitas ser erudito para saber que ese tiro sería fatal —digo, amenazante.

*****

—¿Ya llegamos? —Blas pregunta por cuarta vez en los últimos quince minutos.

—Paciencia —pronuncio lo que no tengo en estos momentos—. No tendría ningún sentido tener un hospital a unos cuantos metros de un centro médico de investigación, ¿no?

Blas se queda callado.

De pronto, recuerdo lo que dijo acerca de su arrepentimiento más profundo, durante el interrogatorio en Verdad. Debe ser difícil imaginar cuántas facilidades médicas hay en una facción, mientras que en otra hace mucha falta.

Becca parece notar ese hecho.

—Ánimo —dice, para todos—. Cada vez estamos más cerca.

Seguimos corriendo. Nunca antes había corrido con esa velocidad y moviéndome de forma intempestiva: dos cuadras a la izquierda, tres a la derecha, etcétera, etcétera. Casi resbalo en una vuelta de esquina, pero Blas me jala hacia atrás para mantenerme de pie.

El hospital está a solo dos cuadras.

Desde lejos, parece ser una miniatura de lo que es el Mercado del Martirio, aunque no podríamos denominarlo un edificio pequeño.

—¿Realmente crees que los Sin Facción se tomen la molestia de correr hacia acá? —cuestiona Blas.

—Quizás —replico—, pero también es importante que un grupo de médicos esté en la zona de desastre. Habrá heridos y...

La VengadoraWhere stories live. Discover now