Capítulo 44

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—¡CELESTE!

Grito su nombre a todo pulmón pero su rostro se mantiene en blanco, inconsciente...

...como si ella hubiese recibido la bala y no Blas.

Sus manos están suspendidas en el aire y cuando las toco, se sienten frías, duras, muertas.

Le sacudo los hombros.

—¡Celeste! ¡Respóndeme! —Cuanto más me desespero, ella parece estar más lejos de mí, más lejos de este lugar.

Siento una mano en mi hombro y veo que es Ana.

—Está en estado de shock —dice, exasperada. Es evidente que ella no esperaba ver de nuevo a su antigua amiga así.

Yo ya he visto a Celeste perder los estribos, pero, en esta ocasión, su reacción ha sido distinta.

—Ella estará bien —me consuela Ana—. Al menos, Cele...

Por una milésima de segundo, casi me olvido de Becca.

Ha estado llorando y gritando, llena de tristeza, durante largo rato y ninguno de nosotros ha podido acércasela siquiera, porque, en estos momentos, es una bomba de tiempo que no tardará en estallar.

Y ahí está Blas.

Inmóvil.

Frío.

Miro sus ojos vidriosos por un segundo y la visión de su muerte se convierte en una larga pintura, donde los protagonistas son todos aquellos a los que he visto morir.

Pobre Blas.

Pobre Becca.

Pobres todos nosotros.

Decenas de veraces están tendidos en el suelo, heridos y conscientes ya del dolor. Algunos comparten la mirada de Blas. Una lágrima pasa por mi mejilla.

Pero, claro, no es eso lo que ha despertado mi atención.

Sé que el ambiente ha cambiado porque los gritos de Becca han cambiado.

Ahora, reflejan una horrible ira.

Pasa un segundo. Becca ha abandonado su puesto de rodillas y se pone de pie.

Después, cruza la corta distancia que hay entre ella y Killer, quien se ha visto obligado todo este tiempo a mantener su distancia. Y, con una fuerza que jamás había creído que fuera propio de ella, Becca le arranca el arma de sus manos y se la apunta al señor Lukasiak, herido y ensangrentado, sin ninguna posibilidad de defenderse.

Después de todo, fue su bala la que lo mató.

—¡Maldito seas! —Le apunta el arma en la cabeza, sin titubear y con chorros de lágrimas, cayendo sin parar— ¡Maldito, maldito seas!

Por primera vez, el señor Lukasiak se ve diminuto. Ve a Becca con algo que interpretaría como culpa y no parece tener en mente en defenderse de la chica que ahora está dispuesto a matarlo por un acto que no estaba dentro de su voluntad. La señora Lukasiak, mientras tanto, ha perdido su candidez y sella sus labios, sin saber, en esta ocasión, qué decir.

Miro a Ana y le pido, a través de un gesto, que cuide a Celeste, quien aún no regresa del mundo paralelo en el que se encuentra. Camino con lentitud hacia Becca, tratando de averiguar qué tanta seguridad proyecta ella para asesinar a esta pareja.

Me sorprende encontrar demasiada seguridad.

No soy el único que llega a esa conclusión.

La VengadoraWhere stories live. Discover now