Capítulo 25

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(The Consolations of Philosophy- Max Richter)

Los miembros de Erudición, gracias a las pruebas de genética, están predestinados a nacer con una amplia disposición para la sabiduría.

Pero a veces, y aunque los eruditos lo nieguen, la ciencia es tan imperfecta como el ser humano mismo. A veces, puedes toparte con chicos eruditos que, sin importar la formación impartida por su facción, acaban dentro del grupo de los idiotas.

Yo era uno de ellos.

Desde que tengo memoria, nunca me llamó la atención aprender los misterios de las ciencias. Mi reacción natural era llenar de preguntas a mis instructores y contestar las suyas con sarcasmo. Nunca prestaba atención a nada de lo que decían, excepto si captaba mi interés. Prefería observar a mis compañeros, diferentes a mí.

Odiaba la ropa azul. Odiaba tener que usar gafas cuando no las necesitaba. Solía robarme la ropa de los chicos de otras facciones cuando estaban en el gimnasio para probar cómo me quedaban. No era nada malo: siempre la regresaba a su lugar.

Al principio, mis padres asumieron que era un pequeño retoño cuyo cerebro estaba floreciendo de modo tardío. No obstante, cuando tenía la edad suficiente y todavía no sentía apego por los conocimientos, empezaron a preocuparse de verdad.

Cuando era niño, mi padre decía que tenía "un incremento de hormonas", argumentando que mi naturaleza estaba predispuesta a ser rebelde y sería difícil —pero no imposible— llevarme por el buen camino. No obstante, se desesperó cuando cumplí los once años y cayó en cuenta de que yo no veía con ojos de asombro mi formación como erudito. Como medida disciplinaria, me obligó a ir a clases extras de Erudición, con tal de acrecentar mis conocimientos de alguna forma u otra.

Bueno, eso es lo que él creía que yo hacía.

Porque, en realidad, yo solía escaparme de clases.

Cuando estaba lejos de la supervisión de mi padre, corría hacia el centro de la ciudad a distraerme y entraba en conversación con cualquiera que no fuera de mi facción. Hablaba con ellos; les preguntaba sobre sus modos de vida. No tenía problemas, puesto que muchos asumían que mi aparente naturaleza inquisitiva era la razón por la cual entablaba amistad con ellos.

Solo hablaba con aquellos eruditos jóvenes que se reían de mis chistes de vez en cuando, lejos de la vista estricta de los eruditos adultos.

Nunca me acercaba a los eruditos perfectos.

Nunca.

Hasta que la conocí.

*****

(Bing Abi - Stephen McKleon)

Tenía catorce años.

Un día, mi padre constató mis deficientes notas —porque Erudición es la única facción a la cual le interesan las notas. Después, con ese rasgo investigador de los típicos eruditos como él, descubrió mis escapadas y mi apego hacia chicos de otras facciones.

Él explotó.

Me gritó, al mismo tiempo que me decía que estaba a tiempo para cambiar. Que aún podía demostrar que merecía a mi facción.

Lo que me dijo aquel día aún retumba en mis oídos.

"Si vuelvo a enterarme que estuviste evadiendo tus responsabilidades, puedes estar cien por ciento seguro que la puerta de esta casa no estará abierta para ti."

La VengadoraWhere stories live. Discover now