Capítulo 23

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Lo único que me dice Luhan cuando lo encuentro en su pieza es que quiere estar solo. Puedo dejar que tenga su espacio —a desgano—, pero es imposible no preguntarme por qué ha reaccionado de esa manera.

Puedo decir que está asustado, más que nunca. Ya comprendió que las propuestas de su líder son inútiles y que su facción está condenada a ser el nuevo juguete de Erudición.

Es un buen motivo para asustarse.

Mientras que espero que se recupere, decido ayudar a limpiar los vidrios rotos que los Traidores rompieron en el primer piso.

Me encuentro con Blas y Becca cuando voy en busca de la escoba.

—¿Cómo está Luhan? —pregunta Becca.

—Aterrorizado —respondo.

Llevamos las escobas hacia la zona del desastre y los tres comenzamos a barrer.

—No lo culpo —dice Becca, apenada.

—Puede que le apene mostrarse así ante alguien que se proclama en contra de la cobardía —dice Blas.

—Debería saber que no me voy a burlar de él por tener miedo —digo, sin comprender nada—. Todos los seres humanos tenemos miedo, ¿no?

—Tienes razón —escucho la voz de Killer, detrás de mí—. Tu novio no debería creer que somos extraterrestres.

Suspiro. Me doy la vuelta y lo miro.

—Ya basta —le digo, cansada.

—¿Basta de qué?

—No quiero discutir contigo. No más.

—Yo tampoco —dice Killer, con tranquilidad—. Pero es demasiado difícil no discutir con una chica tan terca.

Ignoro su último comentario.

—Lo siento ¿de acuerdo? —digo, una octava más alta—. No quería decir lo que dije anoche. Perdóname.

Blas y Becca nos miran confundidos. Yo también lo estoy: no sé si me estoy disculpando porque de verdad me siento mal o porque quiero que Killer se calle de una maldita vez.

—No soy rencoroso —dice Killer, paciente.

—¿Podemos saber de qué están hablando? —dice Blas, interesadísimo.

—Ayer discutimos —suspiro en el proceso—. Pero ya es cosa del pasado. Nada de qué preocuparse, Femo.

Nadie dice nada por largo rato.

Pero, entonces, Killer habla.

—Hasta donde yo sabía, las personas asustadas buscan estar acompañadas. No estar solas.*

¿Por qué? ¿Por qué Killer siempre tiene que regarla?

—¿No que no eras rencoroso? —le objeto.

—Te lo digo porque creo que estás sacando conclusiones precipitadas —dice Killer— Además...

—¡Santa cachucha! —chilla Blas, interrumpiéndolo— ¡Miren!

Miramos a Blas y vemos hacia dónde señala.

Afuera, en la fría tarde, hay dos personas vestidas de negro acercándose hacia la Sede. Vestidas de negros y con los brazaletes azules de Erudición.

—Traidores —bufo. Estoy buscando algún objeto contundente, pero Blas me detiene.

—¡Aguarda! La mujer está herida.

La VengadoraUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum