Capítulo 5

33 5 0
                                    

-Por favor. No sigas -escucho la voz distorsionada de Killer-. Tenemos que dejarlo.

Solo han pasado diez minutos.

Diez minutos en los que he llorado sin ningún consuelo, he gritado sin esperar callarme pronto. Diez minutos en los que mis amigos han acompañado mis lamentos y hemos cruzado juntos el camino hacia la nueva realidad en la que ahora nos encontramos. Minutos en los que hemos rodeado el cuerpo de Toris, lo hemos tocado y hemos sido incapaces de pronunciar alguna palabra de despedida.

-No... -gimo. No quiero dejarlo.

-Por favor -. La voz de mi amigo ya no es gruesa y severa; ahora, se ha vuelto frágil y ya no es capaz de decir algo sin que sus palabras sean succionadas por los sollozos.

Becca está aferrada al hombro de Killer. Blas fue a buscar unas mantas para cubrir los cuerpos. No lo ha dicho en voz alta, pero sé que no puede soportar ver a nuestro amigo...así.

Aferrada a la cintura de Toris y con mi mejilla en su pecho, intento localizar algo que me indique que hay alguna esperanza, que esto no está pasando.

Pero es en vano.

Blas regresa con unas mantas grises, sacadas de alguna casa de Abnegación y comienza a cubrir los otros dos cuerpos. Cuando termina, se posiciona a lado de mis amigos, esperándome. Suspiro con profundidad, alzo mi cabeza y la dirijo hacia la cara de quien alguna vez fue mi mejor amigo.

Un beso en la mejilla.

-Sé valiente, Toris -digo. Eso es todo lo que puedo dejarle.

Killer me levanta con delicadeza. Blas se interpone y, con lentitud, coloca la sábana, desplazándola desde los pies hasta el rostro. Le hecho una última mirada al rostro de Toris antes de que sea tapado.

Killer masajea mis hombros.

-Tenemos que irnos -su voz ya no suena tan melancólica como antes-. Necesitamos encontrar a los culpables.

Boto una última lágrima y me doy la vuelta.

Y ahora, no siento nada.

En mi mente, veo imágenes distorsionadas de lo que ha sucedido.

Los abnegados, asesinados.

Los eruditos, asesinos.

Los osados, asesinos en contra de nuestra voluntad, algunos resultando muertos en el proceso.

Todo se concentra en mi mente hasta que se repiten en un bucle interminable, amenazando con ser permanentes. No siento nada.

Nada que no sea venganza.

*****

Doblamos la calle, más por mecánica que por deseo. Ninguno de nosotros dice algo en el camino y ni tiene un plan trazado. Solo hemos acordado hacer dos cosas: Lo primero, reagruparnos con el resto de Osadía. Lo segundo, encontrar a Douglas.

Es indescriptible ese deseo de que podamos encontrar al hermano de Toris y al mismo tiempo no. Decirle lo que ha pasado no será como saludar.

Por el momento, el camino se halla despejado y solo logro escuchar nuestras respiraciones. Pasado unos diez minutos, escuchamos murmullos hacia el otro lado de la calle.

Gente vestida de negro comienza a cruzarla.

Bien. Allí es a dónde vamos.

Corremos hacia ellos. El grupo de osados escuchan nuestros trotes y se voltean hacia nuestra dirección. Puedo ver cómo algunos de ellos suspiran, tal vez de alivio, tal vez de cansancio.

La VengadoraOù les histoires vivent. Découvrez maintenant