Capítulo 41

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Maldita seas.

Maldita seas, Erudición.

—Tenemos que volver a la sala —les digo y ni Killer ni Luhan hacen ademán de querer moverse de ahí—. Sé que muchas personas que quieren están allí abajo y eso es un motivo suficiente para movernos ahora mismo.

Ambos asienten y me sigue de inmediato.

Cuando entramos, le digo a Killer que cierre la puerta.

Voy corriendo hacia Douglas.

—¿Lo has...?

—¡Lo estoy viendo! —Douglas tiene que gritar en medio del barrullo y del llanto producido por los Divergentes y los veraces que no fueron afectados por los discos.

Me pongo a su lado. Vemos cómos los veraces se movilizan de forma robotizada hacia la Sala de los Vigilantes y salen con un arma en la mano. La cámara en la entrada muestra a los veraces armados, saliendo en masa.

—¡No puedo desactivar el programa! —Jenny se desespera— ¡Necesito tiempo!

—¡Tiempo es exactamente lo que no tenemos! —chilla Killer y golpea el teclado de una de las computadoras con frustración.

Me subo encima de la mesa, en medio de los circuitos, y grito.

—¡SILENCIO!

Todos se callan. O, al menos, lo intentan.

—Todos los veraces se quedarán aquí para su protección —digo, lo más calmada posible—Se quedarán aquí con Douglas, quien intentará desactivar el programa y los...

—No podré hacerlo solo —replica Douglas—. Necesito un apoyo.

—Necesitamos que Jenny sea parte del grupo que irá al hospital de Erudición para hacer de guía —respondo con rapidez.

—Yo iré en su lugar —interviene Luhan—. Jenny tiene que quedarse. Yo conozco el hospital como la palma de mi mano.

Lo miro, y desearía tener el tiempo para razonar con él, hacerle entender el peligro, pero lo que dijo Killer hace un rato es verdad.

—De acuerdo. —Mi calma está desgastada—. Los osados, excepto Douglas, y Luhan iremos a Erudición. Intentaremos encontrar una solución desde allá.

—No se olviden del plan original —reclama Jenny—. La ciudad no podrá vivir sin un grupo considerable de eruditos y los implementos necesarios.

Odio admitirlo, pero me gustaría desistir de esa misión. Luego, recuerdo a los niños y a los jóvenes, y me doy cuenta lo indispensable que es avanzar.

—No lo olvidaremos. Al resto, solo quiero decirles...luchen por sobrevivir.

*****

Es obvia la dirección hacia dónde se dirigen los veraces bajo simulación.

Nosotros tenemos que llegar ahí antes que ellos.

Mi grupo y yo hemos cogido las casacas y las armas que conseguimos en Erudición del casillero de la Sala de Control en donde los escondimos y nos apresuramos a salir por una de las salidas de emergencia. Tenemos la suerte de que ningún veraz se encuentra en nuestro camino.

Cuando salimos al exterior, corremos.

Corremos lo más rápido que podemos, metiéndonos a través de diversas calles, alejándonos de los veraces. Ninguno, incluyendo Luhan, aminora su paso, aun cuando nuestros pulmones parecen explotar por la presión.

La sede de Erudición está solo a unas cuadras cuando nos detenemos.

—Bien —dice Killer, intentando recuperarse de la corrida— ¿Qué es lo que sigue?

—Tenemos que dividirnos —digo, jadeante—. Un grupo entrará a la Sede de Erudición por una de las salidas de emergencia en busca de información para detener el programa y activar las alarmas de algunos lugares. El otro, irá al hospital central de Erudición, donde se encuentra lo más valioso hecho por estos psicópatas. Además, necesitaremos médicos en la zona del desastre.

—Blas, Luhan y yo podemos hacer eso —dice Becca.

—Entonces, Killer y yo entraremos a la Sede —digo con convicción.

Nos quedamos unos tres segundos callados, sin nada que decir.

Sé que en este momento el rostro de Toris aparece en las mentes de mis amigos. Nos preguntamos si es que acaso nos volveremos a ver de nuevo o si será la última, como el Día Final de la Iniciación en la que me despedí de Toris y después desperté en medio de la conmoción y con mi mejor amigo muerto.

Pero tenemos que hacerlo.

Hacerlo por él.

Hacerlo por las personas que no merecen morir en vano.

Killer abraza a Blas con fuerza, mientras que yo hago lo mismo con Luhan, aunque por un tiempo más prolongado.

—Si sobrevivimos —susurro, intentando sonar graciosa, pero me sale más una súplica—, no esperes a que te perdone por arriesgar tu vida de esta manera.

—Estamos locos, ¿lo recuerdas? —me dice él con el mismo tono.

Le beso en los labios por un segundo y me alejo de él.

Luego, abrazo a Becca y ella me besa en la mejilla.

—Cuidaré a tu novio como si fuera el mío —ríe, con cierta pesadumbre.

—Cuídate tú —le respondo.

—Lo mismo digo. —Se aleja.

Blas es el último.

—No te mueras, por favor —le palmeo la espalda y le suelto.

—No lo haré —promete él.

El tiempo se agota.

Blas, Becca y Luhan salen corriendo hacia la calle que bordea la Sede, buscando un camino corto e impredecible para ingresar al sector Erudición, con dirección al hospital. Killer y yo corremos hacia la dirección contraria.

Finalmente, ha llegado el momento.

El momento de dejar la venganza atrás y hacer justicia.


La VengadoraUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum