Capítulo 30

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(Falling Away From me-Korn)

—El sentimiento no es mutuo —digo, con desazón.

Algunos de sus acompañantes se ríen.

—Te mentiría si te dijera que estoy sorprendida por ello —dice Ella, orgullosa.

Por supuesto que no lo estás. Has estado preparando esto.

No revelo mis pensamientos.

Ella no merece saberlos.

—¿Puedo saber qué es lo que van hacer conmigo? —pregunto, en vez.

Ella me sigue mirando, divertida.

—Oh, no te apresures, mi estimado divergente. ¿Qué te parece si primero nos calmamos?

Mis pensamientos se ven simbolizados por una olla que hierve y que desparrama su contenido por todos lados.

—¿Calmarnos? —enfatizo, muy enfadado—. Me pides que me calme después de secuestrarme, después de amenazar a mis líderes para hacer lo que a Erudición se le pega en gana. Quieres que me calme luego de obligarme a volver a mi estúpida ex–facción y enfrentarme con tus amigos osados, solo porque tú no tienes la fuerza para retenerme...y, después, me hablas como si nos hubiésemos encontrado en un día cualquiera, ¡como si nos lleváramos bien! ¿Dónde depositas tu lógica cada vez que nos vemos? Si me pidieran mi opinión, diría que ahora mismo estás actuando como una psicópata sin escrúpulos, desmerecedora de los valores de tu facción.

Ella pierde su buen humor.

Habla de forma sombría.

—Parece que ni siquiera tu experiencia en Erudición te ayuda a comprender cómo funcionan las emociones en los eruditos. Solo te atreves a utilizar los insultos porque estás derrotado, porque eres disfuncional y porque ese fenómeno químico que está sucediendo en tu cerebro te imposibilita a pensar de forma razonada. Solo sirves para reclamar y demostrar tu desconocimiento.

—Si has querido insultarme, no lo has conseguido —digo, orgulloso.

—Oh, ¿crees que eso es todo? ¿Sabes que con solo levantar un dedo puedo mandar a que dejes de respirar? ¿Puedes darte cuenta lo insignificante que eres?

—No, no caigo en cuenta.

—¿Te das cuenta de que jamás has podido pasar nuestro estándar? ¿Puedes siquiera precisar que no has podido formar parte de tu propia facción apropiadamente a causa de tus mentiras? ¿Puedes darte cuenta de que tu madre...?

—No te atrevas a....

—¿...es incapaz de engendrar a un ser humano que valga la pena?

No lo pienso.

Me levanto y me voy hacia adelante, olvidándome de mis manos atadas.

—¡No te atrevas a insultarla! ¡NO-te-atrevas!

Los dos osados que me escoltaban me sostienen y me impiden moverme. Yo reclamo hasta que Ella me tira una cachetada, justo en la parte donde recibí el golpe. Mi mejilla se entumece.

—No voy a desperdiciar mi saliva insultando a tu inútil madre. ¿Para qué? Si tanto ella como tu padre estarían de acuerdo con todo esto, por el bien colectivo que tú nunca has podido entender.

Me recompongo, y la miro. La imagino ardiendo en una caldera y caigo en cuenta que no movería ni un dedo para ayudarla.

Siempre y cuando mi lado abnegado no me obligue a hacerlo.

—Por desgracia, te necesitamos vivo —dice aquello como si le fastidiara—. No podemos eliminarte sin antes saber cómo podemos controlar a las futuras generaciones de Divergentes, por lo que serás parte de la más grande hazaña que los eruditos hemos tenido que realizar. Pero en cuanto eso termine, serás eliminado como el resto de los tuyos.

No me asombra esa información.

—Tienes un gran trabajo por delante, si crees que estudiarme será fácil —la desafío.

—¿Eso crees? No voy a poner ninguna objeción en desfigurarte o extraerte el cerebro, mi estimado divergente. Y tendrás que volverte creyente para esperar que todo lo que te espera no te cause agonía alguna.

—No me importa. Puedes intentar todos los medios posibles, pero créelo o no: nunca encontrarás la forma de destruirnos.

Para mi asombro, Ella se ríe.

—Realmente admiro la fortaleza de los divergentes. Sin embargo...

Ella mira a un grupo de Traidores.

Ellos asienten.

Vuelve a mirarme.

—¿Sabes cómo supimos que eras Divergente?

—Dudo que me lo digas.

—De hecho, esa es la mejor parte de esta conversación —Ella sonríe.

Una corriente eléctrica pasa por mi espalda.

Ha estado esperando este momento desde que llegué.

—Tu cobardía te ha costado mucho, divergente —me dice Ella, solemne—. No eres digno de tu facción, porque la deshonestidad en ti es un acto de cobardía. Estoy segura que ella está de acuerdo con eso.

¿Ella? ¿Quién es ella?

Ella se ríe ante mi confusión.

—Vamos, cariño —Ella voltea—. Nuestro invitado está ansioso de verte.

No sé a quién le está hablando hasta que Ella se hace un lado.

Allí está, la persona que más quería ver.

Celeste.

Con un brazalete azul en el brazo.

La VengadoraWhere stories live. Discover now