Capítulo 6

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El cuarto rojo

Edward observó desde el balcón de su recamara, como Christian salió del complejo residencial privado donde vivía, a eso de las cinco de la mañana para dar su respectiva caminata matutina o mejor dicho, su larga carrera por las calles de Seattle hasta el parque cercano al lugar, perdiéndose de vista.

"Así que por eso me comprastes zapatos de correr, Alice... Christian es de ejercitarse religiosamente" Recordó que había dejado el regalo de su hermana en su departamento, desistiendo de ir tras él con los que había arribado anoche, temiendo dejarlos inservibles en una carrera por el parque. "Tomaré una ducha y haré como si ya he almorzado, así no me obligará a comer con él, ya no sé donde diantres esconder la comida" Siguió pensando cómo hacer para solventar el problema de la ingesta de alimentos humanos, encaminándose al cuarto de baño después de deshacerse de su ropa, dejándola en el suelo.

Comenzó a ducharse con agua caliente aunque no lo necesitaba, pero a Edward le fascinaba sentir el calor del agua tibia recorrer su frío y pétreo cuerpo, enjabonando lentamente cada parte de su piel, mientras el vital liquido acariciaba su espectacular torso, el cual, aunque no era muy musculoso, era bastante definido y deseable para muchas féminas.

Terminó de ducharse, dejando un reguero de agua desde el cuarto de baño hasta la recamara, tomando una impoluta toalla blanca para secar todo su cuerpo, recordando lo que había pasado con Bella y Jacob, el cual enloqueció al darse cuenta de que Edward había mordido a su esposa, cuando estaba inconsciente.

—Haga algo, maldición. —Le exigió Jacob a Carlisle, el cual le notificó a uno de los enfermeros lo que debían inyectarle a Bella, la cual comenzó a desangrarse—. Juro que si mi esposa muere, yo...

—Ya cálmate, Jacob... —Espetó Charlie, arribando de improvisto a la alcoba—. Sera mejor que salgas de la habitación. —Pero justo cuando el molesto policía pretendió aferrar al joven Quileute por el brazo, el cardiógrafo emitió aquel típico sonido sordo e insistente, que demostraba la carencia de pulso en el cuerpo de Bella—. ¿Carlisle? —Soltó con un hilo de voz el jefe Swan al ver como su hija se moría, llamando al padre de Edward, el cual se encontraba de pie en la puerta, observando todo aquel pandemónium.

—Por favor, Charlie... será mejor que salgas y me dejes trabajar. —Los dos enfermeros que ayudaban a Carlisle con la improvisada cesárea se acercaron al policía para sacarlo de la habitación, mientras que una tercera enfermera se encontraba de espaldas a Bella, limpiando a los gemelos, intentando reanimar a uno de ellos, el cual no lloraba, siendo esta vez Billy quien hablara desde las afueras de la recamara.

—Vamos Charlie, dejemos que Carlisle haga su trabajo. —Pero Edward ya había visto en la mente de su hermana Alice que Bella no sobreviviría, aprovechando aquel momento en el que los enfermeros se encontraban ocupados y Charlie se había marchado, para entrar en la habitación, tomando la mano de la inconsciente chica, susurrándole al oído a pesar de que Jacob se encontraba observándole completamente pasmado.

—Esto no es por ti, ni por mí... Bella... es por ellos, por tus hijos, los cuales te necesitan. —Mordió a la joven en el antebrazo, consiguiendo que Jacob se alterara, arrojándosele encima.

—¿Qué haces maldita sanguijuela?... Sabes muy bien que prefiero verla muerta que transformada en uno de ustedes. —A lo que Edward respondió, justo cuando Carlisle se percató de lo ocurrido, intentando quitarle de encima a su hijo al ofuscado lobo.

—Eso me demuestra que jamás la amastes como yo lo hice, Jacob... Quien ha amado de verdad jamás hubiese dicho algo tan ruin como eso. —El joven Quileute comenzó a temblar a punto de transformarse en plena habitación hospitalaria, ante los ojos atónitos de la enfermera que intentaba revivir al pequeño niño, sin éxito alguno.

50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego)Where stories live. Discover now