Capítulo 9

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Ajedrez terapéutico

Tanto Christian como Edward habían pasado toda la noche en vela, intentando analizar cómo, cuándo y por qué todo se había ido a la mierda entre ellos, ya que pasaron de un momento grato en la tienda de artículos exclusivos, a uno de los peores atajaperros que habían tenido desde que se conocieron, dejando tanto el juego de ajedrez que habían comprado, como las ganas de usarlo, tirados en el sofá del salón del pent-house, mientras cada uno de ellos se retiró a sus aposentos, siendo Christian quien bajara a eso de las tres y media de la madrugada, intentando conciliar el sueño con una taza de cereal y leche tibia, mientras tocaba una triste tonada en su piano de cola.

Edward escuchó atento la triste melodía desde el comienzo de las escaleras, regresando a su recamara justo cuando vio a Christian apartarse del piano, escondiéndose nuevamente en su alcoba, en donde pasó la mayor parte de la noche, recordando y analizando al igual que lo hizo el magnate, todo lo que había pasado antes y después de llegar del centro comercial.

Ambos hombres habían entrado a la tienda de artículos únicos, en donde un variopinto de objetos de colección se dejó apreciar en cada vitrina y cada mueble, encontrándose con un juego de ajedrez tallado a mano en madera de batamwoo, color natural, barnizada en dos tonalidades distintas de tinte para madera, y así poder diferenciar las del contrincante, las cuales venia dentro de un estuche de madera de abebai, aquel que tenía en su interior un acolchado fondo en tela de seda india, lo que resguardaba elegantemente cada pieza única.

—Me gusta este —acotó Edward, señalando el juego en el que se pudo apreciar el laborioso trabajo a mano y el cuidado con el que fueron ensamblados cada cuadro del tablero, el cual era una mezcla de mármol blanco y ónix negro—. Es muy bonito, artesanal... me agrada.

—¿Y qué te parece este? —Señaló Christian un deslumbrante juego de ajedrez de cristal, el cual tenía incrustaciones de piedras preciosas en cada pieza, aquellas que se erguían imponentes sobre un tablero de cuarzo cristal y cuarzo negro—. Me parece más lujoso. —Edward lo fulminó con la mirada.

—No todo lo que brilla es oro, Christian. —El serio vampiro volvió a enfocar sus ojos en la pieza única de madera, acotando a continuación—. El trabajo a mano de este juego es impresionante, no solo el tallado sino los detalles del pirograbado son los que la hacen una obra de arte única a mi punto de vista. —Christian tomó una de las piezas, observándola detenidamente, asintiendo a sus exigencias.

—Bien... será el que tú quieras. —Volteó a ver a la vendedora, la cual les observó a ambos con deseos internos hacia los dos apuestos galanes, siendo Edward el único en enterarse de ello—. Nos llevaremos el juego de ajedrez tallado en madera, señorita. —La hermosa mujer asintió, notificándoles a ambos que se llevaban una pieza exclusiva de un artista español y un montón de explicaciones más que Christian no le estaba exigiendo, escuchándole atento tan solo por simple cortesía.

—¿Desean algo más los caballeros? —Ambos negaron con la cabeza, extendiendo al mismo tiempo sus manos hacia la hermosa mujer, pretendiendo entregarle sus respectivas tarjetas de crédito.

—Te dije que yo pago, Edward. —Christian pretendió darle su tarjeta de crédito a la mujer, pero el terco vampiro se la arrebató, entregándole la suya a la muchacha.

—Es mi terapia y yo pagaré el juego. —Intentó introducir la tarjeta Platinum del molesto multimillonario dentro del bolsillo de su chaqueta, pero Christian se la arrebató, tomando la que el chico le había entregado a la vendedora, entregándole la suya.

—Recuerda lo que te dijo Elena —susurró por lo bajo, intentando que la divertida joven no escuchara—. Deja que te consienta como mi esclavo. —Introdujo la tarjeta dorada de Edward en el bolsillo de su elegante camisa de vestir, sonriéndole por demás triunfal, al ver como el muchacho no se movió de su puesto, mirándole retadoramente—. Así me gusta... callado y complaciente. —Palmeó sus hombros, exigiéndole a la alta mujer de cabellos negros que se cobrara el ajedrez, apartándose tanto de la vendedora como del vampiro, justo cuando la chica dejó la tarjeta del multimillonario sobre la caja, guardando el juego en una elegante bolsa de papel con el membrete de la tienda, siendo el momento idóneo para que Edward aprovechara no solo el descuido de Christian, sino también el de la chica, intercambiando tanto las tarjetas como la identificación, escondiendo la del ensimismado hombre en su bolsillo, apartándose de la caja, justo cuando un joven delgado arribó desde el interior de la tienda, preguntando el monto exacto a cobrar, tomando raudo la tarjeta que se encontraba sobre la registradora.

50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego)Where stories live. Discover now