Capítulo 16

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Confusiones

Al llegar nuevamente a Seattle, Christian pretendió llevar a Edward a un hospital, pero el chico se rehusó rotundamente a ello, notificándole al preocupado magnate, que se encontraba perfectamente bien y que lo único que necesitaba era descansar, encerrándose en su recamara particular, llamando rápidamente a Alice, informándole todo lo ocurrido en Georgia.

—¿Qué raro?... —Comentó Alice—. No la vi venir... —Edward escuchó en la distancia tanto el televisor como la voz de su hermano Emmett, quien parecía estar viendo el partido de futbol.

—Pues a lo mejor estas intentando abarcar muchas cosas en tus visiones, Alice... pero no tienes ni la más remota idea de lo que sentí al verla allí. —Por supuesto que la menuda vampira supo perfectamente lo que su hermano había sentido, un enorme desprecio hacia Victoria y un terror inmensurable, al imaginar que aquella vampiresa le pudiese hacer daño a Christian.

—Tengo mis teorías. —Soltó en un tono de voz picarón, dándole a entender a Edward de lo que hablaba.

—No comiences, Alice. —Edward se arrojó despreocupadamente sobre la cama—. Es solo que no quiero que lastime a nadie por mi culpa, es todo.

—Sí, aja... y yo me volví judía. —Al decir aquello, Emmett soltó una risotada, quitándole el celular a su hermana, notificándole a Edward.

—Jamás te quieras hacer el listo con Alice, hermano... ella es astuta y no se le puede ver la cara... si hubieses visto como manipuló a todos los perros de la reservación... —Soltó una nueva risotada, consiguiendo contagiarle el buen humor a Edward—. Pudo domar hasta a Jacob... nuestra hermanita es de temer, men. —Alice le arrebató el celular, mirándole de malas, mientras el joven vampiro desde Seattle, siguió riendo ante sus locas y atolondradas ocurrencias.

—No fastidies Emm... y ve tu partido tranquilo. —Se escucharon manotazos y risas desde el auricular del celular de Edward, quien imaginó que su rustico y tosco hermano, se jugaba de manos con Alice, recibiendo de parte de la vampira, una cucharada de su propia medicina.

—Enana mal paria... eso es trampa... deja de agarrarme el culo, cochina. —Aquello hizo que Edward soltara una risotada, cubriéndose la boca, ya que si Christian lo escuchaba, de seguro entraría en su alcoba para ver lo que pasaba, pues el vampiro podía leer su mente desde el despacho del magnate, quien aunque intentaba pasar el rato frente al computador, no dejaba de pensar en Edward.

—Pues eso es para que respetes las conversaciones privadas. —Sentenció Alice, notificándole a Edward, intentando retomar su conversación—. Mejor me encerraré en tu alcoba, Eddy... —Se hizo una pausa y luego argumentó—. ¿Aun estás renuente a hablar sobre el tema? —A lo que Edward respondió, colocándose de medio lado sobre la cama, mirando la puerta.

—No hay nada de qué hablar. —Intentó hacerse el desentendido—. Sé que quieres ayudarme, pero es algo que no puedo hablar contigo. —Alice suspiró, preguntándole a continuación.

—¿Y con Bella?... a lo mejor con ella... —Edward le interrumpió.

—No, tampoco quiero hablarlo con ella, Alice... No quiero hablarlo con nadie. —Se hizo un mohín sobre la cama—. Todo fue un mal entendido, un juego pesado que terminó mal y...

—Ay Edward... quien no te conozca que te compre, hermanito. —Aquello consiguió que el vampiro pusiera los ojos en blanco, suspirando pesadamente—. No voy a obligarte a hablar de ello, pero si te obligaré a escucharme. —Edward supo que si culminaba la llamada, ella insistiría hasta que contestara y si apagaba el teléfono era muy capaz de aparecerse en Seattle, trepando por el elegante pent-house hasta su recamara para restregarle lo que le diría a continuación—. Yo sé que tú estás enterado de las muchas conversaciones entre Carlisle y Esme.

50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora