Capítulo 22

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Temores

El silencio se apoderó de ambos hombres por unos instantes, mientras Taylor dirigía el Audi Spider hasta la universidad en donde Edward cursaba su último año de psicología, para dejarlo tal y como Christian le había prometido a Alice que lo haría, a pesar de la reticencia del vampiro a asistir después de lo ocurrido anoche en el pent-house.

Discutieron largo y tendido durante toda la mañana en el desayuno, pero como en la mayoría de las veces solía suceder, Christian terminaba ganando sus olímpicas disputas verbales, valiéndose no solo de su imposición como amo y señor, sino también manipulándole como el gran actor que era, notificándole al muchacho que si perdía el año por culpa de lo que estaba sucediendo se pondría a disposición de Victoria, entregándole su vida para que acabara de una vez por todas toda esa disputa entre ella y los Cullen.

"No puede ser tan parecido a mí" Pensó Edward mirando las calles de Seattle por la ventada del lujoso auto. "Lacerante y controlador" El vampiro jamás pensó en admitir algo así en su vida, pero sin duda que su forma de ser a veces sobrepasaba toda cordura, haciéndose el mártir en cantidades masivamente toxicas hasta para sí mismo. "Supongo que uno hace esas cosas por el ser amado" Bajó la mirada pensando en la posibilidad de que a lo mejor, Christian estuviese enamorándose de él, sintiendo cierta vergüenza ante el cosquilleo que aquello le causó internamente en su estómago.

—Llegamos señor. —Notificó Taylor estacionándose frente a la acera—. Lo dejamos dentro de las instalaciones o está bien que aparquemos acá, joven Edward.

—Vamos adentro. —Exigió Christian, justo cuando el joven psicólogo acotaba.

—No, tranquilos... aquí está bien... gracias. —Y antes de que el chofer y guardaespaldas del magnate pusiera en marcha el vehículo, Edward ya había bajado del auto, haciendo suspirar pesadamente a Christian, quien intentó controlar su mal genio mañanero.

—Por todos los cielos... no puedo con él. —Salió del Audi, reacomodándose el lujoso traje de oficina que traía puesto, interceptando al serio muchacho, quien puso los ojos en blanco al ver como aquel hombre siempre intentaba decir la última palabra, aunque aquello lo dejara en evidencia delante de todos—. ¿Puedo saber que demonios te tiene de mal humor? —preguntó mirándole fijamente a los ojos, mientras Taylor les observaba desde el auto.

—No me pasa nada, Christian... vuelve al auto. —Edward pretendió rodearlo, pero Christian lo aferró del brazo, susurrándole en voz baja.

—Si es por obligarte a venir aquí... lo siento, pero se lo prometí a tu hermana y si yo tengo que seguir mi vida, tú también seguirás la tuya. —Ambos se contemplaron—. Pero si tu rabia es por lo que yo quería que pasara anoche y no ocurrió, déjame decirte que aquí el que debería estar molesto soy yo. —Edward se zafó de su agarre, cruzándose de brazos.

—¿A sí?... —Christian asintió—. ¿Puedo saber por qué? —A lo que Christian respondió acomodándose la corbata.

—¿Te parece poco drogarme para que no intenté follarte? —Edward miró a todos lados, exigiéndole que no hablara tan alto, pero como buen sabueso, Taylor sabía muy bien leer los labios, negando lentamente con la cabeza, mirando a otro lado—. No estoy hablando en voz alta, Edward... mi cuerpo aún se siente pesado ante el ansiolítico... no quiero volver a beber nada de esas porquerías que a ustedes los loqueros les gusta recetar.

—Era necesario. —Comentó Edward sintiéndose realmente avergonzado al saber que Taylor ya sabía lo que estaba pasando entre ellos.

—No, Ed... no lo era... tú solo debías dejar que yo... —Poco a poco se fue acercando, consiguiendo que el incómodo vampiro se apartara de él, justo cuando José les saludó a ambos, interrumpiendo las palabras del magnate.

50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego)Where stories live. Discover now