Capítulo 12

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Mescolanza de sentimientos

Christian y Edward habían arribado a las instalaciones de Grey Enterprises Holdings, Inc. Subiendo por el ascensor privado del magnate, aquel que solía usar cuando no estaba ni de ánimos ni de humor para saludar a todas y cada una de sus empleadas y menos a los pocos hombres que elaboraban en aquel emporio, cuando su bipolaridad le jugaba una mala pasada.

—Pasa, Edward... —Le exigió Christian, percatándose de cómo a Andrea se le iban los ojos por el joven vampiro, el cual le sonrió dulcemente.

—¿Quieren algo de beber?... ¿un café?... ¿un té?... ¿una copa de brandy?... —Edward negó con la cabeza, agradeciendo su total preocupación por atenderle, pero los impropios pensamientos de la chica, casi consiguen que el vampiro se ahogara con su propia ponzoña—. "Si quieres beber de mi húmeda vagina, yo encantada te dejo, papito" —El chico bajó la mirada, apartándose un poco de ella para introducirse en la oficina de Christian, quien le exigió a su secretaria que le trajera un café y a Edward un té, aunque el chico se había negado a beber algo.

—No quiero nada, señorita Andrea... gracias. —Se rehusó nuevamente el vampiro, pero Christian era la mula más terca de todo el mundo, y aunque Edward corcoveara cual caballo salvaje, el magnate siempre pateaba más duro y mejor.

—Tráigale el té... es una orden. —La chica asintió, retirándose a paso rápido hasta el comedor/cocina de la empresa, mientras Christian aferraba a Edward del brazo para que entrara de una vez por todas.

—Te recuerdo que hoy es jueves, Christian... no viernes por la noche. —Espetó Edward de mala gana.

—Y yo te recuerdo que en mis dominios se hace lo que yo digo. —Christian cerró la puerta tras de sí, apartándose un poco del molesto muchacho, el cual lo fulminó con la mirada.

—Ya veo por qué tú huida del salón de Elena fue directo a uno de tus sitios seguros. —Christian asintió, señalando el sofá de dos plazas que adornaba uno de los costados de la oficina, exigiéndole amablemente que se sentara—. ¡Oh, vaya!... ¿Sabes ser amable? Pensé que también me ordenarías sentarme, así como lo hiciste con la señorita Andrea. —El sonriente hombre de negocios le observó detenidamente, y por alguna extraña razón, aquel juego de arrogancia entre ellos, le estaba pareciendo bastante atrayente y divertido.

—¿Quieres que te lo ordene?... Mmm... veo que después de todo Elena tiene razón. —Christian se acercó al sofá, siendo él quien se sentara—. Cuando uno se consagra como el mejor amo del mundo, llega un punto en el que el esclavo no concibe la vida sin que su señor le ordene. —Recordó a Leila, la hermosa joven de cabellos castaños y mirada perdida, la cual en su momento el magnate se la había mostrado a Edward desde sus pensamientos, siendo justamente aquella chica la que perdiera la perspectiva de todo aquel juego de sumisión, haciéndolo parte de su vida al punto de perder la cordura.

—Adiós, Christian. —Aquella repentina reacción de parte de Edward sobresaltó a Christian, incorporándose raudo de su relajada postura sobre el sofá, pretendiendo atenazarle del brazo para que no se fuera, pero en el preciso momento en el que el molesto vampiro abrió la puerta, Andrea venía con una bandeja y dos tazas sobre esta, sonriéndole pícaramente al muchacho, siendo Christian quien saliera a su encuentro, arrebatándole la charola, agradeciendo su total diligencia.

—De nada señor, Grey... —Christian giró sobre sus pies, entregándole la bandeja de plata al chico, quien lo fulminó con la mirada sin pretensión alguna de tomarla, escuchando claramente el susurro intangible que soltó a modo de disculpa.

—Lo siento... ¿Sí?... solo fue una broma. —Le sonrió.

—Una de muy mal gusto. —Levantó las manos, tomando al fin la charola, dejando que el magnate lo encaminara de vuelta al interior de su lujosa oficina, cerrando nuevamente la puerta—. Si accedí a escapar de la posible ridiculización a gran escala que experimentaríamos a manos de Alice y de Mía juntas, no fue para que comenzaras con tus irritables juegos de prepotencia y sumisión conmigo, Christian. —El aludido puso los ojos en blanco.

50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora